Reflexiones: The Art of Business Coaching (ABC)

«Conocí a Rafael Echeverría en 2004, en el marco de un intenso programa de aprendizaje denominado The Art Of Business Coaching (ABC) conducido a través de su empresa Newfield Consulting«.

Lo contaba así hace más de un año, cuando dedicaba un artículo a uno de sus libros, «La empresa emergente, la confianza y los desafíos de la transformación».

Entonces decía también que algún día hablaría de ese ABC, pero que aún no tocaba…

Pues toca hoy.

Hoy… y por una buena temporada, porque me propongo publicar varios artículos, en una serie que visite de nuevo alguno de los aprendizajes de aquella experiencia y también alguna de las dudas que, al terminar, quedó sin despejar.

Lo voy a hacer por cuatro razones:

  • me va a obligar a recoger los restos de este un tanto abandonado blog en los últimos meses (el cambio de actividad en mi vida sólida me está restando capacidad de diversificación);
  • hace tiempo que me apetecía hablar sobre un programa de aprendizaje personal que creo fue realmente importante;
  • en este momento de recopilación, orden y limpieza que suele acompañar a los cambios de actividad,  acabo de reencontrarme con mis materiales de trabajo del ABC… y me han hecho recordar todo ello;
  • escribir en el blog me ayudará a no dejarme atrapar por el atractivo vértigo de actividad que me envuelve, a volver contemplar las obligaciones operativas desde una prudente mayor distancia y a recuperar perspectiva de lo que es importante y de lo que no.

Si prestan atención al título de este artículo verán que lo enmarco en el apartado de «reflexiones» y no en el de «vibraciones». Eso quiere decir que pretendo construir la serie desde la racionalidad y no desde la emocionalidad, lo cual es un hecho relevante que entenderán bien quienes hayan pasado por un proceso similar.

Porque, para ser sincero, el aprendizaje en un ABC (al menos el que yo viví), descansa fuertemente sobre la capacidad de bucear en el lado emocional de la vida de cada uno, el verdadero «lado oscuro de la fuerza».

Emocionalidad no es sino predisposición a la acción y la acción es elemento indispensable del aprendizaje. La capacidad que cada uno tenemos de aprender y desaprender, de profundizar en la visión sistémica de las cosas, de escuchar y hacernos cargo de las inquietudes de quienes nos rodean, de ayudar y de ayudarnos, de disolver nuestros límites y bloqueos y, en definitiva, de desarrollar poder para cambiar lo que deseemos cambiar, depende muy fuertemente de que la emocionalidad en que nos veamos instalados nos lo permita.

No pretendo hacer un constructo lógico que demuestre lo anterior. Allá cada uno si racionalmente comparte o no este último párrafo.

Me limitaré a decir que mi vivencia del ABC de 2004 dependió extraordinariamente de cuánto fui capaz de abrir mi lado emocional… y de cuándo lo hice.

Han pasado ya 6 años desde que terminó el programa. Aún recuerdo la «ceremonia de graduación» («vestidos» para la ocasión) y la sonrisa de plenitud que intercambiábamos las más de 30 personas que lo habíamos vivido juntos, cada uno importando de verdad a cada uno.

Si tuviera que resumir en una sola idea mi vivencia de aquel programa, diría que me permitió descubrir que muchas de las emociones que yo reconocía de mi infancia y que había ido ocultando o disfrazando con el endurecimiento que da el caminar por la vida, podía recuperarlas y aflorarlas sin complejos… y que además podía disfrutar de ello.

Desde mostrar ternura hasta sentir la cercanía humana que proporciona el contacto físico… hay ejemplos para llenar un blog.

Les he hablado de que un hito fundamental en el recorrido por un ABC es el momento en el que te permites apertura emocional. Si no, simplemente no funciona.

Yo lo hice probablemente demasiado tarde (y no sé si todo lo que hubiera debido), pero al menos en la suficiente medida como para que me considere en el derecho de contárselo.

No es que me arrepienta tampoco de ese «retraso», porque se compadece con la persona que soy (como no puede ser de otra manera) y porque también nuestras limitaciones son parte de lo que nos hace únicos, pero sí que me veo en la obligación de recomendarles que, si tienen la oportunidad de vivir esa experiencia, se dejen fluir, se hagan líquidos corporal y emocionalmente: no pasará nada que no deseen.

Recuerdo que muchas veces, antes de comenzar mi ABC, había preguntado a algunas personas que me habían precedido de qué iba esta historia. Me sorprendía que nadie explicara nada. Luego resulta evidente el porqué: paradójicamente, a pesar de que hablamos de ontología del lenguaje y del ser humano como ser lingüístico, la experiencia no es explicable con un uso del lenguaje sólo ligado al habla y la escucha. Es tácita, lo que significa que es difícilmente explicitable y que está ligada a sumergirse plenamente en la acción, a ser protagonista de la misma.

Desde entonces, ha llegado a la conclusión de que aquel paso solo era una pieza de un puzzle cuyas dimensiones dependen de lo que deseas llegar a construir. Sólo no basta.

Pero de esa o de otra forma análoga (no es este artículo una propaganda de Newfield, sino a lo sumo un reconocimiento), hay un camino de transformación personal imprescindible de recorrer.

Han pasado 6 años, mucho tiempo para recrear estados emocionales. La vida vuelve a endurecerte porque, si no hay persistencia en los cambios, el sistema es muy tozudo… pero les aseguro que siempre queda algo aprehendido. Y no es baladí.

A partir de este artículo abandonaré, de todas formas, el recorrido emocional. Me apetece compartir ahora aquí las dudas pendientes desde el lado racional, aun sabiendo que no es lo importante… y también que, en muchas ocasiones, ambos lados serán indisociables.

Intuyo que no serán posts fáciles, así que preveo que no se llenará este blog de visitas y comentarios con ello, pero ya he abandonado en buena medida esa pequeña ambición confesable.

Termino, sin embargo, esta pequeña introducción, como siento que debo.

No creo estar ya en condiciones de ser un buen coach (si es que alguna vez lo estuve), a pesar de mi «título»: como casi en todos los aprendizajes, lo que no se ejercita se acaba desperdiciando. No entiendo a quienes se consideran de una «clase especial» por el hecho de ser «coaches ontológicos», pero en sentido contrario, también sospecho de quienes se auto-proclaman coach sin que se sepa muy bien en base a qué se otorgan el derecho de serlo. Y convertido el coaching en una moda, parece como si al abrir tres puertas al azar fuera seguro que en una de ellas hubiera un coach esperando.

Y yo tengo que decir que mi experiencia se compadeció con un programa no sólo intenso… sino profundamente ético. Que es un proceso de aprendizaje y no de formación. Y que eso no es breve ni sencillo.

Así que antes de exponer mis dudas sobre alguno de los postulados del programa, me siento en la obligación de recomendarles encarecidamente que, si tienen ocasión, participen de un ABC. Si, aun siendo su objetivo por lo que les hubieran contado, final y posteriormente creen que con ello no han conseguido «tampoco» tranformar su empresa (dejen de buscar recetas mágicas, que no existen), al menos como individuos habrán tenido una experiencia gratificante e inolvidable.

7 comentarios

  1. Hola Jesús

    Lo que aprendiste (no lo que sentiste) ¿es como nadar o aprender un idioma?

    Si es así, si no prácticas… uno se oxida, pero el conocimiento está ahí. Con un poco de práctica, lo recuperas.

    Yo no he hecho ABC, aunque he leído bastante y creo haber experimentado algo parecido (a menor escala, claro). Por eso, no soy capaz de saber si ABC te enseña algo nuevo o aflora lo que tenías dentro.

    Tengo demasiado «respeto» a eso de ser un coach. Al menos, el marketing ha logrado en que muchos pensemos que un coach es «especial». ¿Todos que pasan por ABC se otorga el título de Coach? ¿No debería de tener un periodo de «aprendiz coach» o una especie de Green belt de 6-sigma?

    Aquí… la gran pregunta… ¿No quieres hacer bien a los demás con lo que has vivido/obtenido? o por contra ¿Te conformas solo con compartir lo vivido? (bueno, lo que uno se vive no es posible compartir… pero al menos anima a que otros lo vivan también… si tiene posibilidad).

    Un abrazo.

    Me gusta

    1. Hola, Yuri.

      No sé si esto es como aprender a nadar o a andar en bici, así que quizá, en efecto, haya suficiente conocimiento larvado como para que con la simple práctica vuelva a aflorar. Pero es que el problema es otro: aquí no practicas sólo, sino que alguien que tiene un problema que le angustia o al que ha decidido poner freno… se pone en tus manos.

      Hay una dimensión ética, por tanto, que no permite (al menos yo no me lo permito) tomarlo como una simple habilidad personal a recuperar. Debes saber, cuando aceptas conducir una conversación de coaching, que estás preparado para ayudar a quien te lo ha solicitado. Yo ya no siento esa confianza en mis capacidades.

      No todo el mundo que hace un ABC «saca el título», no, a pesar de que la selección previa de quién puede hacer el curso debería asegurar que acceden al mismo personas dispuestas a ello y con un perfil adecuado. Yo conozco a dos personas que no lo consiguieron, aunque no suele hablarse de ello tras haber vivido nueve meses juntos esa experiencia (en ese momento, a nadie en realidad le interesa). Yo lo supe más tarde.

      Salvo brillantes excepciones (que hay) y siempre que llegues a la meta y no abandondes la práctica, lo que te permite el ABC es a lo sumo intervenir en tu entorno laboral próximo, mejorar la capacidad de acción de ti mismo y de quienes te rodean. Que no es poco, claro…

      Pero con la perspectiva de los años y viendo a otra gente que me rodea, creo que hay que zambullirse de nuevo y con la misma profundidad en otros programas avanzados (los hay, los hay…), e incluso acercarse a otras formas de entender el coaching para convertirlo en una profesión.

      No tiene mi post, créeme, nada relacionado con no desear compartir, sino un profundo respeto por la persona que se para y pide ayuda. Creo que hay que ser muy honesto con estas cosas, alejarse del divismo de quienes, por haber terminado con éxito un curso, se creen con derecho a intervenir en la vida de los demás.

      Yo lo veo así.

      Muchas gracias por el comentario… y un abrazo.

      Me gusta

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.