Vibraciones: el cierre de Google Reader, un golpe bajo en la empresa

Google RIPderHace ahora 10 días, el 13 de marzo, Google anunciaba el cierre de Google Reader. Requiescat in pace.

La noticia corría como un reguero de pólvora por los timelines de las redes sociales entre la sorpresa, el lamento o hasta la indignación de sus usuarios, en buena parte personas de perfil profesional avanzado que han hecho de la conectividad a la red un modo de estar y de trabajar.

Cuando uno se acerca por primera vez a un «agregador de feeds» descubre que una herramienta sencilla de verdad ofrece un servicio de productividad personal insustituible y un punto inimaginable en el que pivotar su entorno personalizado de aprendizaje. Una forma, además bastante libre, de ordenar nuestra atención sin someternos al dominio de lo que cada uno quiere mostrar, desde la selección trabajada de contenidos bien filtrados.

Muchos lo probamos hace años… e hicimos de los hilos RSS, ordenados de forma simple, una parte de nuestras vidas profesionales y personales. Y Google estaba ahí: en la magia de los modelos freemium basados en la entrega inconsciente de información y hábitos personales que conscientemente estabas dispuesto a abrir, en la ilusión sobre una empresa que aporta valor y desafía los modelos establecidos haciendo las cosas de otra forma.

No puedo cuestionar la decisión de Google. Ninguno podemos decir que no supiéramos que ese tipo de servicios no comprometen al prestador a su mantenimiento.

Tampoco voy a hacer un análisis sobre el futuro del RSS y el papel del que parecen querer retirarle muchos de los grandes de la red, ni voy a comentar plataformas alternativas que se estén posicionando para recibir a los expulsados del Reader, ni voy a centrar mi reflexión sobre el impacto que la decisión de Google pueda tener en mi propio PLE y el tiempo que me va a exigir migrar a otra herramienta que me haga sentir confortable. Sobre eso hay innumerables artículos ya escritos en estos días, sospecho que en todos y cada uno de los idiomas de este mundo. Y peticiones (yo ya he firmado) que igualmente se multiplican, para que Google dé marcha atrás en su decisión, que es lo que parece que no ocurrirá.

Este artículo es un lamento por el golpe que supone al trabajo que durante años venimos desarrollando muchos dentro de empresas tradicionales, por impulsar modelos de trabajo y de actividad profesional y empresarial más libres, más abiertos y más colaborativos.

Es un golpe duro y bajo (no puedo decir que ilegal, inmoral o sucio, pero solo porque sé que no es así) que ataca frontalmente a la confianza en que hay cosas que socialmente están cambiando en la noción del trabajo.

Hacer que las personas adopten herramientas de la web social desde dentro de las empresas tradicionales y con funcionamientos internos bien asentados en una tarea complicada y siempre de largo aliento.

Las barreras son culturales, de hábitos y comportamientos que cambian (y que cuando cambian, hacen visibles mayores necesidades de cambios en los propios procesos de gestión), de miedos (nadie se puede imaginar los miedos que despierta en una empresa asentada el concepto de empresa abierta, el poner en riesgo el culto a la protección del conocimiento, al secreto empresarial…) y de desconfianzas (a colocar mi conocimiento en «la nube», en donde nadie sabe cómo se protege, quién lo controla o cómo garantizar que no desaparecerá sin más…).

Desde poner la foto en una intranet hasta abrir una cuenta en Google, trabajar en un Google Site o poder acceder a una red social sin barreras desde tu puesto de trabajo, cada paso a dar es un problema para muchas personas y una batalla a ganar por quienes tratamos de impulsarlo.

Reader ha estado en casi todas esas batallas. Es uno de los puntos claves por los que empezar, porque su utilidad es asombrosamente visible para la mayoría de las personas que se acercan por primera vez a conocerlo. Alrededor de un agregador de feeds se mueven los PLE (un paso trascendental para entender el trabajo conectado), las comunidades de vigilancia artesanales, la alimentación de comunidades de microblogging basadas en Twitter y Yammer…

De verdad que el cierre de Reader es un golpe bajo para todo ese esfuerzo: ¿cómo defender ahora la idoneidad de utilizar la plataforma de Google Sites para el funcionamiento de comunidades colaborativas… ante gente que para empezar a hablar demandaba disponer de backups automatizados de una wiki incluyendo los contenidos enlazados? ¿Cómo volver a explicar que la seguridad de la información es muy probablemente mayor en la nube que en cualquiera de nuestros servidores, aunque eso no sea lo relevante?

El mismo día en que se anunció el cierre estábamos formando internamente usuarios en Reader. ¡Y todavía podemos afirmar… que eran usuarios avanzados!

Nosotros sabemos que las herramientas van y vienen y estamos preparados para aceptarlo con un simple cabreo, pero para la confianza en ello de las organizaciones más clásicas y de las personas que en ellas trabajan, el mensaje es demoledor.

Ellos no son «beta-permanente»: necesitan caminar sobre mayor estabilidad hasta llegar al punto de considerar un cambio así parte del juego.

La verdad es que aún hoy, 10 días después… no sé muy bien cómo abordaremos esto. Tampoco sé si Google ha medido bien la consecuencia de dar carpetazo a una aplicación con un uso profesional muy relevante.

Lo que sí intuyo… es que tendrá consecuencias, sin saber cuáles, en la forma en que hemos venido contemplando esto de lo 2.0… y a Google en particular.

Y que no hay derecho. Aunque lo haya.

4 comentarios

  1. Me uno al lamento y a las dudas que planteas. El reader y yo éramos viejos amigos y sabe a traición. Encontraremos una buena opción, seguro, pero será duro sustituir esa dinámica mañanera. 😦

    Nosotros no somos muy adictos a estas explosiones de la nube, ya en algunas cosas fuimos eligiendo opciones de software libre así que avanzaremos por ese lado.

    Un abrazo Jesús!

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    1. Es para llorar…

      Sabes que hay otras opciones y que en el fondo, operativamente no será complicado encontrar un sustituto, pero la confianza es frágil y el que Google tuviera ese nombre hacía parecer que se trataba de una opción suficientemente sólida. Demostrar que es como cualquiera hace daño. Hoy mismo ya he recibido algún mail del tipo «ya os decía yo que tenía muchas dudas»…

      Un abrazo, Isabel.

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