Mi vida profesional bien puede dividirse en una concatenación de ciclos más o menos dispersos, en los que 6 años ha sido la duración dominante. Aparte de los 6 años de carrera, más o menos así fue la duración de mi etapa de fabricación en Tubos Reunidos… o ya en Fagor Ederlan, la del área de calidad de producto, la de dirección de organización y sistemas, o la de la primera fase realmente intensa de promoción de nuevos negocios e innovación.
Me dirán que no es nada extraordinario, que es quizá lo más común en la vida de muchos profesionales que deciden conducir sus carreras por el ámbito de la gestión y la estrategia empresarial… Lo sé, lo sé… no importa…
Me sirve tan solo de marco para contarles que éste es un momento consciente de estar en los albores de una nueva etapa (probablemente la última de mi carrera profesional), que contando el año en curso tendrá previsiblemente la misma duración.
Desde la perspectiva que da la edad, me resulta curioso pensar en los elementos catalizadores de los cambios de etapa y las distintas formas de abrazarlos.
En mi caso, como factor desencadenante ha funcionado de todo: cambios libremente decididos, forzados… y en los últimos años, dentro ya de mi empresa actual, simplemente aceptados después de recibir una propuesta: en las últimas cuatro ocasiones ha sido de esta forma.
Cuando la nueva responsabilidad, y en paralelo la nueva preocupación, llega a tu mesa a través de una «propuesta» de la organización (muchas veces un eufemismo de «decisión»), al menos en mi caso comienza un proceso mental que hoy me he permitido el capricho de descomponer… para comprobar que responde en realidad a todo un patrón de comportamiento:
- Escucha y aceptación: sabes que no hay elección, así que ni te lo planteas. Y lo sabes… porque además y en el fondo, aunque quizá no te habías dado cuenta, los 6 años que llevas en donde has estado necesitarían una nueva orientación o un nuevo impulso. Otra cosa es que tu cambio resulte finalmente positivo o negativo para ese asunto, o que ese impulso se dé o no en la dirección adecuada… pero ese es otro cantar. Esta fase dura poco; muchas veces, apenas unas horas. 😐
- Impotencia: «nonononono… aún no, por favor…». Enseguida te haces consciente de que vas a dejar cosas empezadas, retos sin alcanzar… y no puedes evitar la sensación de que te falta aún algo de tiempo, de que parte de tu esfuerzo se va a perder, que muchas horas gastadas en impulsar cambios se quedarán a falta de los empujones definitivos… porque nadie lo hará después de ti. Lo sabes. Y también sabes que cosas que te ha costado construir… se derrumbarán en solo unas semanas. Porque quien te sustituya tendrá otra mirada, otras capacidades, otras prioridades, otros criterios… Lo sabes y punto. 😥
- Duelo: en paralelo al anterior. Vas a tener que abandonar ámbitos en los que te consideras altamente competente, títulos en los que proyectas una imagen pública en la que te ves bien, o áreas en las que te habría apetecido trabajar con pasión toda tu vida. La sensación, además, es que no volverán a ti. Si sientes apego por el entorno con el que convives… es algo parecido a desprenderte de tu hogar familiar de los últimos 30 años, antes de haberte instalado en el nuevo. Para más inri, lo que tú hacías lo hará otro… y en poco tiempo te explicará cómo son las cosas… Él, ella, a ti… 🙄
- Inquietud: sobre qué ambición real existirá sobre las nuevas misiones encargadas, sobre el dimensionamiento del equipo necesario, sobre dónde estarán tus iniciativas en el marco de poder y de prioridades de la organización… e incluso sobre qué significados encierran los desafíos planteados. Ocurre muy poco tiempo después de lo anterior… y va in crescendo. Depende cómo sea uno, incluso estresa. 😕
- Calma chicha: la vida se para a tu alrededor. Todo el mundo entiende que te tienes que situar, así que nadie te pide nada todavía y tú estás ahí, como esperando a que algún tipo de ectoplasma se materialice frente a tus ojos en forma de solución mágica, retos y prioridades, mapa de proyectos, recursos y estructura organizativa. En el fondo, sabes que no va a pasar, pero no te importa: es tu momento zen, tu derecho al nirvana… Tranquilo: como el duelo, hay que pasarlo, es imprescindible para limpiar la mente y prepararla para pensar otra vez. Disfruta del momento: durará menos de lo que creerás merecer… 😆
- Despertar: ocurre un día cualquiera, sin nada de especial. De repente, sientes la necesidad de coger una hoja y empezar a garabatear todo: esquemas, ideas, líneas de conexión que dan mil y una vueltas entre círculos, nubes, palabras subrayadas y tachones. Ya no tiene marcha atrás: estás comenzando a engancharte a lo que vas a construir, a dar forma a los primeros modelos mentales sobre los que edificarás tu razonamiento, a definir una lógica de cómo ver las nuevas cosas… y en sentido contrario, aunque no te des cuenta, al mismo tiempo a dibujar los que serán tus propios límites. 😮
- El momento creativo: vas a transformar el universo. Cada minuto que pasa tienes más claro qué necesita la organización, qué deberías hacer y cómo. Poco a poco aportas solidez a una visión estratégica de tu nuevo ámbito de responsabilidad y a un modelo organizativo y operativo que servirá para alcanzarla. Cuando terminas, te sientes como un dios: lo vas a conseguir, provocarás un impacto importante con tu trabajo y el de tu equipo, sabes lo que hay que hacer. Casi estás impaciente por ponerte a ello, porque el cielo no espera. 😎
- La cruda realidad: alguien que suele responder a la denominación de jefe (pero también de compañero o colaborador) te dice algún no. Hay muchas formas: que esto no le gusta, que prefiere otra cosa, que no lo quiere, que no lo ve, que esperes un poco, que no has entendido, que no hay recursos, que no lo vas a tener… Vas entendiendo lo que realmente serás capaz de hacer o de conseguir. Y eso siendo, casi con seguridad… tan optimista de «hacer más con menos»… que rayarás en la ingenuidad. 🙂
- Negociación: lo quieras o no, aquí te vas a «jugar los garbanzos». En esta fase se van a definir los recursos con los que podrás contar y quedarán fijadas las expectativas sobre las que se valorará tu trabajo y el de tu equipo. Es la fase crucial: los cimientos reales sobre los que pondrás muchas horas de dedicación, de ilusión y de sufrimiento. Lo que salga de ahí es lo que los ingleses denominarían pomposamente «framework». 😛
- Embarque: la aventura comienza, el camino empieza aquí. Hay que alinear equipos, gestionar presupuestos, orientarse al logro… Me salgo del post.
- Pelos en la gatera: solo entonces te das cuenta de tu paupérrimo perfil comercial, de lo malo que eres defendiendo intereses. El trabajo ya ha comenzado y aunque en el saco de la negociación metiste todo lo realmente importante y de ahí saliste de la mejor forma que supiste, es ahora cuando te das cuenta que pasaste de puntillas por algunos temas «menores» pero que en positivo saben muy ricos: «asuntillos» tales como ubicación física, equipamiento y condiciones de trabajo, inserción en los mecanismos de decisión… Bueno, tranquilo, has llegado tarde y ya hay poco que puedas hacer, al menos a corto plazo. Toca convivir con lo que hay… y esperar la oportunidad, si llega. Total, ya te había pasado otras veces… 😉
Por un momento he pensado que me iba a salir un decálogo, jejeje…
No sé si este asunto les resultará de interés (más bien tiendo a dudarlo), pero me ha apetecido compartir esta lista de divagaciones sobre mi propio momento personal, que podríamos decir que está entre las fases 6 y 7 en este momento actual.
¿Cómo se ven en ello? ¿Se reconocen? ¿Ven, en sus propias historias, variantes significativas?
Estás en la fase más chula, o sea que disfruta!
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No te creas… Sin profundizar, ésta es de las mejores, pero muchas tienen su aquél… 😉 ¡¡Un abrazo!!
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buena reflexion… acertada
solo queda darle a la suerte una opcion…
q vaya bien pues
mis ciclos son de 7…
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Y entonces… ¿toca empezar uno? 😉 Gracias, Alfons, por dejar tu comentario…
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Los momentos de transición son siempre interesantes porque nos hacen reflexionar sobre nuestro propio avance, personal y profesional. Mi ama con estas cosas suele decir: «hijo, pues que sea para bien». Eso te deseamos, compañero. Ánimo 🙂
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El ánimo no me va a venir mal, porque estoy pasando de la 6 a la 8 a velocidad de vértigo… 😉 Me gusta eso de la reflexión sobre nuestro propio avance, porque en efecto ocurre, y no siempre con conclusiones satisfactorias, además. De hecho, estoy tratando de evitar errores que han empobrecido el último balance… aunque no sé si seré capaz, porque corresponden a una visión de cómo preparar el camino que no parece será del todo compartida. Toda mi atención está ahora en eso, en llegar a ese punto en el que uno sabe qué dirección tomar y en el que hay convicción de que llegaremos, aunque no se sepa exactamente a dónde. Gracias, Julen. Un abrazo!
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