Mes: enero 2015

Vibraciones: de «hackers» y «makers» de siempre

A pesar del título de este post, comienzo por advertirles de que lo que viene a continuación es una de esas historias cotidianas que acaban encontrando aquí párrafos de referencia.

PirataCreo que como para casi todo el mundo, mi primera idea de un «hacker» estuvo ligada a un estereotipo humano de pirata del siglo XX, que utiliza su profundo conocimiento de redes y sistemas para infiltrarse en sistemas informáticos ajenos, con frecuencia con el ánimo de hacer daño a sus propietarios o proporcionar beneficios ilícitos a terceros.

Al hacker, como al pirata clásico, se le admira muchas veces por sus habilidades para sortear las barreras tras las que los poseedores de valor se sienten protegidos. En esta acepción de la palabra, la más extendida popularmente, hay un lado obviamente oscuro, pues su actividad bordea o entra abiertamente en conductas tipificadas como delictivas.

Pero años después de haber sumado la palabra hacker a mi vocabulario, otro significado mucho más interesante apareció con fuerza en mis conversaciones, ligado a conceptos de ética, de software libre, de capacidad para difundir competencias y para compartir conocimiento y experiencia y, sobre todo, de voluntad de poner en el dominio público herramientas, sistemas y aplicaciones útiles para cualquiera que las desee explotar.

hackerplaceEs en ese marco donde aparece el concepto del hackerspacedefinido en la Wikipedia como «un sitio físico donde gente con intereses en ciencia, nuevas tecnologías y artes digitales o electrónicas se puede conocer, socializar y colaborar, (que) puede ser visto como un laboratorio de comunidad abierta, un espacio donde gente de diversos trasfondos puede unirse (y que) pone al alcance de aficionados y estudiantes de diferentes niveles la infraestructura y ambiente necesarios para desarrollar sus proyectos tecnológicos, (pues su propósito) es concentrar recursos y conocimiento para fomentar la investigación y el desarrollo«.

Los hackerspaces siguen creciendo en número y extendiéndose por el mundo… aunque despacio, muy despacio… Pero lo que sí han hecho con intensidad es abrirse, a veces como forma de financiar sus propias actividades, a través del movimiento maker que comenzó a gestarse hace ahora 8 años, ligando la acción hacker a la tendencia do it yourself (DIY) para incrementar la capilaridad de esas ideas y popularizar el intercambio de conocimiento y el trabajo colaborativo a través de las Maker Faires, algunas celebradas bien cerca.

Bueno… no se trata de hacer un ensayo sobre este tema, del que además no soy precisamente un experto, así que vamos con un cambio de rumbo… para abordar lo que en realidad es el corazón de este post, que tiene mucho más de personal como podrán comprobar a continuación.

Me cité hace un par de meses con unos amigos para celebrar una alubiada de las de época en el caserío de uno de ellos, una vieja casona situada en Villaro o Areatza, como gusten llamarla, en ese valle de Arratia orgullosamente tallado entre los espacios naturales de Gorbeia y Urkiola. Había estado ya en una ocasión anterior en ese caserío, en una visita primera que me sirvió para conocer una curiosa historia que esta vez no he olvidado fotografiar.

Fue nuestro anfitrión quien nos condujo entonces y ahora al antiguo establo de la planta baja… y allí donde nos sorprendió con la imagen que les ofrezco: un extraordinario híbrido de motocicleta y automóvil, imposible de definir, fabricado artesanalmente como un puro ejercicio de espíritu pre-maker, muestra incuestionable del «hackeo» de la mecánica y la hidráulica, tecnologías dominantes en el momento en que la operación se hizo.

híbrido 1

En este extraño triciclo hay detalles curiosos: el vehículo incorpora en el frontal los focos procedentes del Seat 600 que configura la mitad trasera, las marchas se accionan desde la columna frontal y la dirección se maneja con el manillar de la semi-moto delantera. La conducción es central, por lo tanto, con dos asientos traseros y una capota desplegable para cubrirse de las inclemencias del tiempo. Si no recuerdo mal, tenía hasta radio enchufada a una potente megafonía… 😉

A su alrededor, ocultos en polvo a pesar de los plásticos que los cubrían, fueron mostrándose otros vehículos igualmente sorprendentes y fabricados en distintos años, como luego supe, con el objetivo de exponerlos o incluso de hacerlos concursar en el concurso de carrozas que se celebraba en San Bartolomé de Areatza, en Villaro.

Ya imaginarán que la curiosidad me hizo preguntar y más tarde buscar detalles del origen de algo tan singular. Los vehículos habían sido construidos por un tío de nuestro afitrión, en una historia que había comenzado 33 años atrás con una carroza fabricada mediante la conversión en descapotable de un Seat 850 y el añadido de un techo de madera y tela que transformó al viejo 850 en una versión motorizada del coche de los Picapiedra, donde toda la familia encontró su disfraz.

carroza polvorientaLes aseguro que pagaría dinero por una foto de aquello… 🙂

La fotografía adyacente corresponde a una carroza realizada en 1987 utilizando un motor desmontado de una Lambretta.

El triciclo híbrido, doce años posterior, fue resultado de casi un año de trabajo… pero su autor falleció el mismo día en que debía ser bajado a fiestas… y nunca se exhibió.

Había más vehículos: una moto adaptada, un Citroën 2CV al que se le había prolongado con exageración la longitud del eje trasero, alejando las ruedas hacia el exterior de su cubículo habitual…

He tratado de buscar información en la red sobre los concursos de carrozas de Villaro y sobre esta afición que formaba parte de la vida de muchos vecinos, pero no ha habido suerte… o no he sabido buscarla. He encontrado muy poco y, lo poco que he encontrado, sin referencias fotográficas históricas y desordenado.

También he intentado tirar de algunos hilos desde el punto de vista de los componentes empleados, como por ejemplo, de la marca UPERMA que aparece en el carrozado superior de la rueda delantera del triciclo híbrido. Tampoco nada, al menos nada relacionado con motocicletas. Solo una línea comercial de unos equipos de soldadura de otra marca (¿procedería de una máquina?).

Una pena…

¿Se imaginan el potencial turístico que tendría un festejo de esta naturaleza si se hubiera extendido y sofisticado, consolidando y refinando su carácter maker?

caserío mecánicaLa visita me recordó a otras personas que he ido conociendo en los últimos años en la empresa, con iniciativas homologables. En particular, a un compañero de trabajo que, además de para las colmenas o las setas, sacaba parte de su saturado tiempo extra-laboral también para satisfacer sus «inquietudes» mecánicas. Y luego pensé en mi padre… y en la casa de que disfrutamos muchos veranos, que había construido él mismo y que yo ayudé a terminar haciendo de fontanero, de carpintero, de albañil, de electricista, de pintor… antes de que el progreso definiera un nuevo pantano que inundó su pueblo natal e impidió que yo pudiera enseñársela a mis hijos.

Recuerdo que hace años, en pleno boom mediático del do-it-yourself, nos sorprendimos con una noticia de comercialización de maquinaria de todo tipo preparada para ello, para ser construida por nosotros mismos. Pues visto lo visto… menuda sorpresa, ¿no creen?

Nos llenamos de anglicismos y acrónimos como DIY, hackerspace o maker pareciendo muy cool… y solo hablamos de una historia tan vieja como el hombre: el carácter artesano y la experimentación activa como forma natural de hacer cosas que necesitamos.

Esa cultura tan americana, primero del garage y ahora del hackerspaceresulta que no la inventaron ellos, jejeje…

Les dejo con una foto de nuestro magnífico rural hackerspace… 😀

rural hackerplace