Mes: junio 2021

Vibraciones: sinrazones para guardar

Sinrazón: f. Acción hecha contra justicia y fuera de lo razonable o debido. [Diccionario de la RAE]

Siempre me ha gustado guardar cosas ligadas a etapas pasadas, fundamentalmente debido a dos razones: la primera, el valor sentimental, cuando se trata de objetos unidos a recuerdos de momentos o personas, cuyo disfrute ocasional, cada cierto tiempo, me sigue causando satisfacción; la segunda, el valor práctico, cuando se trata de materiales que en algún momento consideré relevantes, entendiendo que en sí mismos eran un «tesoro» que, de ser necesario en el futuro, podría ser de gran utilidad y de muy difícil o costosa recuperación en caso de haberlo perdido.

Hoy quiero hablar de esta segunda razón y de cómo acabo de hacerme consciente de cómo varía con el tiempo… o cuando menos de cómo varía cuando uno se hace «mayor»… 😉

Al hilo de eso que aún se llama fiestas patronales en la localidad de trabajo (y que por estar todo el resto del universo en su ritmo habitual, tienen un sabor especial al menos en mi caso, porque no me siento con la obligación de disfrutarlas de alguna manera especial más allá del hecho de no tener que trabajar por obligación), estos días suelen ser un paréntesis para mí en el que suelo dedicar algo de tiempo a ordenar y limpiar la casa, actualizar los almacenes de fotografías o cualquier otro tema similar que se va dejando atrás con demasiada frecuencia.

El caso es que este año me ha tocado sobre todo «orden y limpieza», lo que me ha invitado a enfrentarme a alguno de esos «tesoros» que permanecían inmutables desde hace años, sin dedicarles un solo minuto de uso… y sin un solo minuto tampoco de mis pensamientos.

Y claro, surgen las preguntas: ¿hubo motivos reales para almacenar? ¿Sigue habiendo? ¿O percibo esa necesidad ya diferente a día de hoy?

Les voy a ilustrar muy brevemente algunos casos… porque intuyo que más de uno, queridos lectores, podrá reconocerse al menos en alguno de los de la lista.

Así que espero que, si sucede… sonrían. 🙂

FOLLETOS TURÍSTICOS

¿Conocen Expovacaciones?

Si viven en una gran ciudad, estoy seguro de que el porcentaje de ustedes que haya paseado muchos años por una feria de muestras dedicada al turismo vacacional no será pequeño. Al menos, es el caso de Expovacaciones y Bilbao. Cada año era una fecha clave para explorar destinos de vacaciones… y para recopilar información sobre los mismos: rutas, paisajes, fiestas, hoteles y restaurantes, monumentos…

Era (y aún sigue siendo) casi un acontecimiento social, al que literalmente miles de personas acudíamos cada 12 meses para salir del recinto ferial con varias bolsas llenas de regalos promocionales… y de folletos turísticos que servían para madurar los destinos y las decisiones de viaje, o para preparar la estancia y las excursiones a realizar en vacaciones, en puentes o en simples fines de semana.

Fue claramente mi caso durante años, con el añadido particular de que los fui acumulando hasta que su volumen me llevó, incluso, a archivarlos en un A-Z al menos por cada comunidad autónoma, en lo que se refiere al turismo estatal.

Esta semana me he dado cuenta de que hace años que no voy a mirarlos cuando pienso en un destino. Internet es imbatible, por calidad y volumen de información, por su permanente actualización y por la componente social, además que que siempre está disponible estés donde estés cuando cambian las circunstancias inesperadamente.

Aunque la verdad… tengo que reconocerles que me está costando desprenderme de los 20 A-Z’s dedicados al turismo: además de información seleccionada, hay belleza en ellos, tiempo pasado… y el papel… ah, el papel… ese soporte que te entrega una calidez que la pantalla nunca tendrá… 🙄

MÓVILES

A ver…

Entre cajones, cajas y rincones de su vivienda familiar… ¿cuántos móviles viejos, estropeados o de alguna manera fuera de uso creen que tienen almacenados en su casa?

Al menos en mi caso familiar, hay una razón para almacenar un móvil que se retira de uso, simplemente, porque su pérdida de velocidad con lo años y su creciente incapacidad de admitir actualizaciones, recomienda su honrosa retirada: si surge un problema con el nuevo que le sustituya, siempre podemos transitoriamente volver a colocarle la tarjeta SIM y salir del paso en este momento traumático en que pensamos que tendremos que vivir unas horas o unos días sin móvil.

El problema está, al menos en nuestro caso, en que a un móvil sucede otro, la razón para conservar el retirado sigue mandando… pero nadie se acuerda del anterior.

Nada menos que una docena ha sido la colecta familiar de esta semana.

El Garbigune ha tenido la amabilidad de acoger, como última morada, ese ramillete de móviles retirados a los que añadimos alguna vieja tablet, un navegador casi vintage para el coche cuya batería ya no aguantaba ni un minuto y que requería conexión a un ordenador para actualizarse, o alguna calculadora de propaganda de esas que dejan de funcionar a los 10 días…

Será una cosecha de… ¿10, 12 años? Me ha hecho pensar en algo que conocemos todos, en el altísimo ritmo de obsolescencia de los equipos electrónicos, que hemos convertido ya en un hábito de nuestro tiempo. Algo que, visto desde lejos, resulta intolerable. 😡

REVISTAS TÉCNICAS

Vale, esto no aplica a todos.

Vaya por delante esa definición que suelo hacer de mí mismo sobre que soy ingeniero, pero no técnico, porque esa es una etiqueta que hace mucho tiempo que dejé de tener.

Aún colegiado (la verdad, nunca he acabado de entender por qué), una de las compensaciones a la cuota es recibir la revista Dyna, una publicación ya casi centenaria dedicada en cuerpo y alma a la ingeniería.

Siempre me ha parecido una revista valiosa… a la que nunca le he entregado suficiente dedicación. Es verdad que, durante los primeros años de vida profesional, al menos la ojeaba sistemáticamente y leía con mayor detenimiento los artículos que más captaban mi atención, pero con los años y a medida que mi orientación a las labores de gestión empresarial me iban alejando de la técnica, la atención se ha convertido en una variable tendente a cero.

Archivar las revistas tenía la explicación de que, consciente de que había algunos artículos de interés, podrían ser de utilidad en el futuro ante un cambio de trabajo o de función profesional… ¡Me llegué a hacer un índice de referencias a artículos de interés que mantuve actualizado algunos años!

Hoy, de nuevo, esa razón suena a «cosas de una era pasada»: como en los equipos electrónicos, en general, en el conocimiento, la sospecha de obsolescencia se ha acelerado y la accesibilidad que da internet y las redes profesionales a cada necesidad de saber lo necesario y en el momento necesario es imbatible.

Percibir esto con claridad solo es una parte de la ecuación: al borde de los 60, el horizonte profesional parece definitiva y robustamente alejado de volver a un mundo donde la tecnología tenga un papel predominante… y lo peor es notar que se ha diluido el interés.

Triste descubrimiento… 😦

Pero está meridianamente claro.

¿Queda alguna razón para mantener esos estantes llenos?

Y… ¿TAMBIÉN LIBROS?

Como una extensión del punto anterior, la mirada se va a los libros de la carrera: de ellos se deriva buena parte de lo que he sido no solo como profesional, sino también como perfil de persona, en los últimos 35 años.

Son libros usados, trabajados… Las razones no son muy distantes de las anteriores, pero de nuevo… ¿cuántas veces los habré abierto en estos mismos años? ¿Ninguna? O sea, ¿cero?

No, no… tanto no. Creo que a finales de los 80, les hice consultas para elaborar un programa escrito en Basic para el cálculo de una turbina Kaplan (como hobby) y para hacer el análisis de resistencia mecánica de una cola de milano del rotor de un alternador (afortunadamente, porque permitió prever y evitar una situación crítica).

Pero ya ven: de eso hace ya más de 30 años. 😯

Y cuesta mucho pensar que vuelva a ocurrir, aunque en este asunto juega también otro factor: desde pequeño tengo grabada a fuego la frase de que «los libros no se tiran nunca». También debe ser cosa de la edad… 😀

¿Y MÁS?

Pues sí…

Han aparecido más cosillas en mi actividad 5S que podrían lícitamente reclamar un puesto en el post:

  • Postales: aunque abandonada desde hace décadas, probablemente no ha perdido sentido mi colección de sellos usados, atesorada con un propósito, documentada, construida pacientemente desde la búsqueda por filatelias, el despegado de sellos o el intercambio en el mercado dominical de la Plaza Nueva o hasta esporádicamente alrededor de la Plaza Mayor de Madrid, pero… ¿qué sentido tiene una colección de postales compradas, aunque haya sido en gran parte adquiridas en lugares en donde he estado? ¿En razón de qué puede aguantar la competencia con las fotos del viaje o las imágenes y vídeos de ese lugar, accesibles mediante un click y en alta calidad en la red?
  • Regalos: esas cajas con pequeños regalos de «complemento» del principal, o «amigos secretos» pretendidamente divertidos, o «ideas felices» que en su caso no acababan de conectar bien con la necesidad, o artículos «promocionales»… y que están más o menos bien, porque funcionan y tienen una utilidad… pero que en realidad no te atraían especialmente y nunca te hicieron ninguna falta. Algunos objetos esperan a que llegue el momento adecuado para tener un rato libre y meterse con ellos para sacarles jugo, pero otros… ¿por qué siguen ahí?
  • O los apuntes y el trabajo fin de carrera: si no tiene sentido conservar libros o revistas técnicas, ¿lo tiene el conservar los apuntes manuscritos de la carrera universitaria?

Bueno, digamos que en estos últimos aún lo tiene para mí, pero la razón que aún me vale es sobre todo emocional: veo esos apuntes y me parece imposible que, en algún momento, haya sido capaz de escribirlos… y de entenderlos. 😎

En realidad, les confieso que en todos hay algún pequeño barniz emocional… 😀 así que, si les parece, lo dejamos aquí.

¿Cómo llevan este asunto en sus casas?