Mes: marzo 2022

Vibraciones: repartir o no repartir

El lunes que viene estaré presentando a primera hora, en el Parque Tecnológico de Garaia, una ponencia cuyo objetivo es exponer la estrategia de mi empresa para los próximos años a un grupo de PYMES de la comarca.

La iniciativa se enmarca en un programa financiado por la Diputación de Gipuzkoa y dinamizado por Saiolan, configurado por un conjunto de iniciativas dirigido a la comunidad de empresas de la Mancomunidad de Debagoiena, en concreto en la función comercial de promover «matching» entre el tejido de PYMES y las consideradas «empresas tractoras» del territorio.

Explico esto no porque les vaya a ser de un interés especial… sino con el propósito de que entiendan la duda existencial que me ha acompañado últimamente y que me apetece compartir en los próximos párrafos.

La vida profesional me ha llevado a presentar ponencias en innumerables actos internos y externos a mi empresa, seminarios, conferencias, jornadas de intercambio de buenas prácticas, reflexiones estratégicas, análisis de oportunidades de negocio… en fin, que he ido acumulando varias dosis de experiencia al respecto.

En general, mi criterio ha sido siempre ser muy abierto en mis exposiciones (considero que casi siempre existen realmente muy pocos grandes secretos en cualquier empresa que merezcan ser protegidos y guardados con celo), entre otras cosas porque en presentaciones realizadas en el intento de que algo suceda tras las mismas (algo que beneficie a quien exponga y a quien escuche, se entiende), siendo abierto, el balance riesgo-beneficio está abrumadoramente al lado del beneficio, se lo aseguro.

Espero que por ejemplo consideren, estimados lectores, que este blog ha venido siendo un buen ejemplo de esto que digo a lo largo de los años, para no dejarlo en una mera declaración de palabras bonitas.

El caso es que ese afán de comunicación y de apertura se manifestaba tanto en la comunicación verbal como en la escrita: durante 30 años he solido entregar sistemáticamente copia de mis ponencias, completa casi siempre (o ligerísimamente reducida de lo más confidencial, en muy contadas ocasiones), a todos los asistentes, peeeeero… hace ya un par de años que he empezado a cambiar de opinión.

Me explico…

  • No siento la misma libertad a la hora de construir mis ponencias si sé que voy a distribuirlas que si sé que no. Ya sé que a fin de cuentas luego no me corto a la hora de hablar, pero la comunicación se transmite infinitamente mejor si combina verbo y pantalla… y por otra parte, aquello que no está escrito, luego sale en la exposición… o no sale.
  • Mi experiencia es que pocas veces vuelve uno luego a una presentación que tiene en su correo o en su portátil (y no digamos si es en papel) después de haberla escuchado en vivo: lo importante es lo que a uno le queda; cómo, la escucha que uno hace, le va configurando (tácitamente) una determinada forma de entender el mundo y la empresa… o la contraria.
  • Todos hemos aprovechado ponencias escuchadas como una fuente generosa de aprendizaje cuando empezamos: coger las ideas clave, filtrarlas por la realidad que uno tiene, adaptarlas… y lanzarse a la piscina de implantar la traducción en el mundo propio, es un camino que al menos yo he recorrido mil veces y del que he disfrutado enormemente. Pero no recuerdo casi ejemplos en que la copia de una ponencia me haya servido realmente para desencadenar ese proceso. Un libro sí, pero… ¿una ponencia? Lo que sí recuerdo es la importancia de mis notas personales, más allá del documento formal en sí, porque esas notas son conexiones mentales con mi realidad, con mis problemas, con mis necesidades, con mis posibilidades de actuar… y eso sí que importa.
  • Si presentar una ponencia se plantea no como un ejercicio de vanidad, de exponer lo mucho que hacemos o lo buenos o grandes que somos, o lo listos que hemos demostrado ser… sino como un canal para comunicarme con otros, pensando en que de ello puedan surgir contactos interesantes, proyectos de intercooperación empresarial u oportunidades de crear valor, entonces es especialmente importante conseguir que no se queden ponente y oyente cada uno con lo suyo, sino que conecten después del acto formal de comunicación, que se llamen y que queden para hablar de ello en mayor detalle. Y repartir la ponencia no ayuda a que crezca el deseo de contactar para profundizar.
  • Cuando alguien escucha una ponencia que considera puede ser de interés para su organización, se encarga luego muchas veces de exponerla internamente a quienes puedan tener capacidad de decisión… pero la transmisión no es, ni con mucho, del mismo calibre. Si no hay copia, es más fácil que te inviten a ir a su casa para hablar del tema.

He tenido varias experiencias en estos dos años extraños de pandemia en las que actuar de esta manera me ha reportado claros beneficios en forma de contactos posteriores, que han terminado en proyectos conjuntos de desarrollo de producto, en análisis de oportunidades de inversión, en colaboraciones con startups o en actividades de mentoring de empresas.

Decir que todo eso ha venido derivado de no haber entregado una copia de la ponencia es una banalidad pueril, un hecho además indemostrable en el que no voy a caer… pero que creo que en algo ha influido para bien.

Así que el lunes me abriré en canal, explicaré no solo nuestra estrategia sino la razón por la que la abrazamos… y buscaré con ello excitar ese «matching» que teóricamente se busca con empresas cercanas.

Pero acabo de comunicar que no repartiré copia de mi ponencia. 😉