Reflexiones: tendencias en transformación digital – IA Generativa

No cabe ni la más mínima duda de que el gran bombazo del año en cuanto a tendencias digitales se refiere, es la explosión social de las herramientas de inteligencia artificial generativa.

La inteligencia artificial parecía una de esas promesas que esperábamos desde hace tiempo, pero que, a pesar de realidades ya existentes (generalizas en el mundo del marketing, la publicidad, los media o el consumo y puntualmente en la industria y otros sectores), no estábamos seguros de cuándo llegaríamos a manejar de forma masiva, ni en nuestras fábricas ni en nuestras vidas cotidianas.

Pero este año han bastado unos breves parpadeos para que una herramienta de IA, abierta al servicio de la gente, bata todos los récords de crecimiento al alcanzar los 100 millones de usuarios en tan solo dos meses.

Ni Instagram, ni TikTok, ni ninguna nueva red social adolescente… ChatGPT.

De pronto, todo el mundo hablando de inteligencia artificial (aunque con el novedoso apellido de «generativa») y, en cuestión de semanas, hasta la prensa generalista tratando como a viejos conocidos a personajes como ChatGPT, Dall-e, Bard, CoPilot, Midjourney…

Los servicios de noticias, atendiendo el despido y readmisión de un CEO hasta hace unos días desconocido para la mayoría, y acompañándonos, atónitos, con historias que parecen sacadas de una serie de alguna plataforma de contenidos audiovisuales, aflorando conspiraciones, intereses geopolíticos y económicos y juegos de poder.

Y además, enlaces viralizados, curadores de contenidos con nuevas e increíbles aplicaciones de IA generativa en los reels de Instagram, en los shorts de YouTube o hasta en TikTok.

La verdad es que la presentación en sociedad fue impactante. Recuerdo un whatsapp de un amigo con un enlace y una pregunta: «¿Has probado esto? Tienes que probarlo ya… estoy alucinando…» El enlace era a la web de ChatGPT-3 y dos horas más tarde ya estaba yo dejando los ojos como platos de dos personitas de la profesión médica.

La impresionante calidad semántica y sintáctica de la interacción conversacional, no solo en inglés sino también en castellano (enviando irremisiblemente al Pleistoceno al Google Translator), la manera en que se iba enlazando la conversación con ese bot extraordinario, profundizando, sintetizando, puntualizando o generalizando con solo pedirlo, la facilidad con que las respuestas se acomodaban a tonos, formas y estados emocionales en la expresión del lenguaje según gustos o deseos… simplemente resultaban increíbles.

Y siguen resultando increíbles, aunque el ser humano se acostumbra enseguida a todo, ¿no creen?

Desde el punto de vista de la empresa, al mes y medio del lanzamiento de ChatGPT alguien me preguntó (y muy en serio) si dándole los necesarios datos, la IA podía proponernos un plan de gestión. Mi respuesta, entre escéptica y sobre todo divertida… fue que claro que no… pero hoy no daría yo una respuesta tan concluyente, al menos para una buena parte del trabajo a realizar.

El paso de los meses nos ha ido mostrando las limitaciones de este generador de textos, sus imprecisiones (e incluso sus «alucinaciones» cuando no encuentra una respuesta fiable), su naturaleza de sumidero de seguridad, su aparente falta de respeto a información protegida en los procesos de aprendizaje…

También hemos ido descubriendo la cantidad de gente y de dinero que llevaba tiempo dedicada a la IA generativa, de texto… y de imagen, de música, de programación, de vídeo…

En realidad, ya lo sabíamos, pero «saber» y «ser conscientes de la dimensión del asunto»… no son la misma cosa. «Generativa» viene de «que genera», que es capaz de crear «productos» digitales que nunca antes habían existido.

Hacer nuevas melodías y canciones, obras de arte, programas informáticos, narrativas literarias, logos para empresas, textos de reclamaciones legales, presentaciones de diapositivas, discursos, memorias de proyecto, traducciones, anuncios, resúmenes de reuniones y otras tantas nuevas aplicaciones que van apareciendo (a un nivel de calidad muy razonable y sin reproducir lo preexistente), está hoy al alcance de casi cualquiera.

No será en este post en el que aborde los aspectos técnicos o las distinciones clave que anidan tras la IA generativa. Hay ya numerosos artículos sobre ello y alguno resulta bastante clarificador.

Déjenme que termine, sin embargo, comentando algunos factores de preocupación o incertidumbre que, aun siendo conocidos, no dejan de tener interés para la reflexión.

El primero es sobre privacidad… y es para decirles que, si quieren hablar con propiedad de ese término, solo cabe una breve frase: «olvídense de ella». Creo honestamente que ya hay suficiente información sobre personas y empresas en la red y que la densa maraña de interconexiones de datos es ya lo suficientemente capilar e intrincada como para considerar que la privacidad absoluta será imposible. Pero es más, todo el desarrollo de servicios de conocimiento basados en IA generativa, estará cimentado en el acceso a información (aunque sea anonimizada), con lo que los datos relacionados con individuos y organizaciones serán utilizados aunque se respete formal y legalmente la privacidad de los datos de carácter personal. Ir más allá en términos de privacidad implicará adoptar decididamente una posición de aislamiento activo y asumir una vida de ermitaño digital… que solo me parece accesible (y con dudas) para minorías militantes.

Seguro que ya lo saben, pero nunca viene mal recordarlo: cuiden lo que introducen en la pequeña casilla del chat: todo lo que incluyan en sus prompts será utilizado por OpenAI para seguir entrenando al monstruo (y por tanto se convertirá en información disponible para todo el mundo) y en esta ocasión, nadie puede decir que no esté formalmente avisado.

El segundo se refiere a lo que considero que es un derecho fundamental en nuestra era, que es el acceso universal al conocimiento abierto. Ya… ya sé que no está recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pero es que no se trata ahora de tener o no información al alcance de la mano, a través de un acceso más o menos fácil a internet, sino que la IA generativa introduce diferencias de varios grados de magnitud en productividad personal, que va más allá del valor que a una persona le aporta el nivel de información al que puede acceder, que ya de por sí era importante. Y lo menciono, sobre todo, porque se está generalizando el que, hablando de IA generativa, convivan versiones gratuitas (que en las empresas se asuman como de uso general) y de pago (para minorías cualificadas): la brecha digital se agrandará, porque no solo afectará al acceso o no a determinado tipo de información (lo que puede estar justificado por razones de puesto o responsabilidad), sino a pura productividad personal, que es un factor absolutamente transversal.

Lo mismo aplica al resto de herramientas de IA generativa… pero por esta razón, me parece especialmente relevante en el caso del texto.

Claro que lo primero que a uno le viene a la cabeza es que, si partimos del postulado de que el carácter del acceso a las herramientas de IA generativa debiera acercarse a lo universal, éste debería ser gratuito, ¿no creen?

Pero claro, llegar al nivel de ChatGPT 3.5 que hoy podemos usar gratis, seguramente habrá implicado inversiones de centenares de millones de dólares… que alguien habrá financiado. Alguien que con seguridad no forma parte de las administraciones públicas y mucho menos de las europeas… y que lo ha hecho en un escenario de riesgo e incertidumbre que debe ser remunerado (y si me permiten, «adecuadamente» remunerado).

Tanto ChatGPT 3.5, como ChatGPT 4 (éste de pago, pero ambos parte del pasado), ChatGPT 5… y los que estén actualmente en desarrollo acelerado con el mismo dinero privado, que vendrán después. Me pueden hablar de los beneficios estratosféricos de las poderosas multinacionales que hay detrás y de turbios manejos económicos y sociales en defensa de egoístas intereses comerciales… pero eso es reproducir la eterna discusión sobre innovación en el sector farmacéutico, sobre la velocidad en el desarrollo de soluciones de interés universal y sobre la ética en la aplicación de los hallazgos.

Lo importante, a mi modo de ver, es si puede haber o no un modelo mejor que el que hay, que sea asumible para nuestras sociedades occidentales, más o menos liberales.

Personalmente creo que habrá un gran negocio alrededor de aplicaciones verticales, especializadas, con acceso de pago a bancos de datos protegidos o de acceso limitado (por ejemplo, para equipos de investigación de universidades, centros tecnológicos o corporaciones), en la línea de los servicios de vigilancia tecnológica. También parece evidente que habrá negocio en el desarrollo e implantación de soluciones cerradas, en el perímetro de cada empresa o grupo empresarial, donde se trabaje con el conocimiento explícito acumulado de esa organización, pero desde la seguridad de que ese conocimiento (soporte muchas veces de competencias esenciales) no saldrá fuera de sus muros.

En este sentido, cabría plantear que el acceso a servicios generalistas, como hoy es ChatGPT (o si me apuran, Wikipedia o el buscador de Google), fuera conceptualmente gratuito, una vez que se estructuren adecuadamente los canales de compensación económica al esfuerzo y al riesgo de desarrollo… y ahí, las regulaciones de las administraciones públicas sí podrían jugar un papel muy relevante. O eso… o por el contrario plantearse la prohibición de que hubiera niveles evolutivos de acceso gratuito (¡toma contradicción!) porque así, al menos se evitaría la discriminación de acceso a estas herramientas de productividad por razones económicas dentro del espacio de cada empresa. ¿Cómo lo ven?

El tercero se refiere a que estamos al borde de un mundo en el que no se podrá distinguir la realidad de la manipulación o la ficción. Si las fake news son ya un problema clamoroso, manipulado por demasiada gente de todo tipo desde el populismo o los intereses más dañinos, el horizonte se dibuja inquietante, multiplicado por infinito: empiezan a verse señales de que la explosión de la IA generativa de este año no ha sido más que un modestísimo anticipo de lo que está por venir a muy corto plazo. Vamos a ver cosas aún más extraordinarias… incluido el que muchas de ellas tal vez no las «veamos».

Las connotaciones económicas, sociales y políticas pueden ser de tal magnitud, que no es de extrañar que muchas grandes cabezas manifiesten de forma pública su preocupación y demanden con alarma el establecimiento de límites urgentes a lo que las organizaciones pueden hacer con la IA.

Europa acaba de aprobar la primera ley al respecto. La primera… que no significa que sea lo que se necesita, porque está llena de prohibiciones que son de puro sentido común y de otras que quizá no lo sean tanto (al optar por prohibir donde no se sabe cómo regular, condenando al terreno de lo prohibido aplicaciones que aportarían un innegable valor) y al estar dedicadas (como todas las prohibiciones) a los que están dispuestos a ser buenos y no a los malos (como bien que sufrimos cada día, de forma masiva, los efectos del afán de creadores y manipuladores de malware).

Sé de alguna empresa cuyo pequeño negocio está basado en la lectura de datos biométricos y emociones de manera legal y controlada, desde hace años, a la que no sé muy bien cómo le van a ir las cosas a partir de ahora. También me parece un ejemplo más de la inconmensurable y creciente capacidad de Europa para regular, solo comparable a la cada vez más comprobable incapacidad para activar investigación e innovación en campos de conocimiento y negocio emergentes… a los que nos vamos acostumbrando a llegar demasiado tarde (semiconductores, celdas, nubes…), sin que seamos capaces de ponerle luego puertas al campo, por la sencilla razón de que sirven para bien poco. En este sentido, hay declaraciones que solo me dan risa

Hay muchos otros aspectos de los que casi nadie habla y que será necesario abordar, porque están necesitados de soluciones que se alineen con los valores y principios que se están asentando firmemente en nuestras sociedades. Nos queda aún mucho asombro detrás de todo esto, mucha incertidumbre por despejar… y mucho trabajo por hacer.

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