Mes: agosto 2015

Reflexiones: el principio cooperativo de intercooperación

intercooperaciónIntercooperación.

La Experiencia Cooperativa de Mondragón considera que, como aplicación concreta de solidaridad y requisito de eficacia empresarial, el principio de Intercooperación debe manifestarse:

1.- Entre Cooperativas individualmente consideradas, a través de la constitución de Divisiones tendentes a la creación de un régimen socio-laboral homogéneo, incluida la reconversión común de Resultados, la regulación de transferencias de socios trabajadores y la búsqueda de las sinergias potenciales derivadas de la dimensión conjunta.

2.- Entre Divisiones, mediante la constitución y gestión democrática, en beneficio común, de entidades y órganos de supraestructura.

3.- Entre la Experiencia Cooperativa de Mondragón y demás organizaciones cooperativas vascas, con el fin de potenciar el Movimiento Cooperativo Vasco.

4.- Con otros movimientos cooperativos del estado, europeos y del resto del mundo, realizando acuerdos y estableciendo órganos conjuntos dirigidos a propiciar el desarrollo común.

Las entidades divisionales y las agrupaciones sectoriales de diversa índole han tenido por objeto potenciar las economías de escala y las sinergias organizativas en el área empresarial, mientras que en el terreno social se ha impulsado la creación de un régimen socio-laboral homogéneo (incluida la reconversión gradual de resultados) y se ha posibilitado la transferencia y promoción de socios trabajadores.

La intercooperación ha sido una constante histórica en la Experiencia Cooperativa de MONDRAGON: así se ha puesto de manifiesto en la promoción de nuevas cooperativas, en la creación de entidades de cobertura en el área financiera, educativa, de investigación y en la ejecución de proyectos comunes en el área social y empresarial.

Sin embargo, sea por el enorme incremento de dimensión de muchos de los proyectos empresariales (con implicaciones internas y externas), sea por el estado de madurez y posicionamiento en el mercado de sus negocios, sea por el cambio de cultura dominante en la sociedad, sea por los temores y las tensiones generadas tras la caída de Fagor Electrodomésticos y sus implicaciones financieras… a mi modo de ver, en los últimos años son evidentes las dificultades que con carácter general las cooperativas muestran para intercooperar.

Desde el ámbito de los valores, es dañino considerar confluencia entre el valor de cooperación y el principio de intercooperación o al menos hay un riesgo alto de realizar una interpretación errónea de la misma: la cooperación se muestra como una actitud de apertura, de ejercicio personal de responsabilidad en la construcción colectiva de la ECM y de cada proyecto socioempresarial en particular, mientras que la intercooperación está más ligada a la solidaridad con los movimientos de economía social y a la eficiencia empresarial mediante el aprovechamiento de sinergias sectoriales o comarcales.

La innovación, entendida como vocación de renovación permanente, también aflora en mi opinión carencias significativas en el ejercicio actual de este principio.

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Desde mi punto de vista, si había ya antes de la caída de Fagor Electrodomésticos un dimensionamiento insuficiente de muchas funciones corporativas (en especial en áreas como financiación o promoción, por ejemplo) o divisionales (mecanismos de desarrollo tecnológico, posicionamiento global en el mercado…), los acontecimientos más recientes parecen vislumbrar un escenario aún más conservador en estos aspectos.

En positivo, sí, la más que probable «profesionalización» de la gestión de los recursos compartidos, que preveo vayan a estar mucho más desligados de los intereses de quienes tienen capacidad de influir en las decisiones y mucho más próximos a una estricta aplicación de criterios técnicos o empresariales.

Pero en negativo, la reducción del riesgo que debería ser inherente a la creación de realidades empresariales o incluso la reducción del volumen de los recursos compartidos por menores aportaciones desde cada cooperativa a mecanismos que no pueda controlar.

Y sin embargo, a nivel MONDRAGON, la intercooperación debería manifestarse precisamente mediante dotación de recursos materiales y humanos en órganos de supraestructura orientados a sinergias globales y no locales… y a objetivos no directamente ligados a los intereses particulares de una sola cooperativa.

Aunque conservando la soberanía de cada cooperativa, que nadie discute… a mí me da que el funcionamiento eficaz y la dirección estratégica de esos órganos de superestructura es metafísicamente imposible si precisamente no hay una cesión solidaria y comprometida de esa soberanía.

No basta con aportar recursos financieros: creer en el poder de la intercooperación significa entender que, una vez establecidos los necesarios mecanismos de control colectivos (que no individuales)… debe defenderse el principio de autonomía de gestión corporativa de los recursos confiados. Y deben ser las propias estructuras corporativas las que garanticen que el funcionamiento de cada superestructura está permanentemente alineado con la función que le ha sido encomendada.

¿O alguien me explica otra cosa?

Despacio, por favor, porque me costará entenderlo…

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Divisiones sectoriales: es imprescindible que haya un propósito empresarial para su existencia que las cooperativas que las conformen asuman, defiendan e impulsen activamente No es admisible que sean tan solo un club de solidaridad financiera por redistribución de resultados, ni como mecanismo de estructuración interna de la corporación.

¿No sería necesario establecer unos mínimos operativos exigibles para la constitución de una realidad divisional, en términos de recursos financieros, personas y funciones? ¿No debería crearse una división genérica para aquéllas cooperativas que no estén dispuestas a responder con ambición a esos mínimos?

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A mejorar también la posibilidad de intercooperación con otras realidades cooperativas fuera de la ECM: hoy no hay canales ni siquiera básicos para ello más allá de las relaciones «oficiales».

¿No sería extremadamente interesante abrir algunos canales de intercooperación más operacionales (compras, promoción o internacionalización, por ejemplo) con otras realidades de economía social, en todo el mundo?

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Este principio debe tener implicaciones importantes para la actividad de innovación radical y para la diversificación no relacionada, puesto que éstas va a requerir concitar alrededor de cada nuevo proyecto un catálogo de competencias (tecnológicas, comerciales, industriales o de otra naturaleza) que no pertenecen al dominio de la cooperativa y que no pueden desarrollarse internamente a lo largo del tiempo, so pena de alargar enormemente los plazos de implantación o de acceso al mercado, lo que en la práctica lo imposibilita.

El principio debería reformularse recogiendo específicamente la intercooperación como herramienta fundamental de desarrollo de proyectos de innovación y diversificación radical. Al menos en su fase de puesta en marcha (estudio del mercado, definición del modelo de negocio, prototipado de producto o servicio y negocio) y aunque no se derive de su ejercicio la asunción del riesgo inherentemente ligado al lanzamiento y financiación de la iniciativa industrial o empresarial.

En la práctica operativa, sería también necesario facilitar la transferencia tecnológica entre cooperativas mediante un protocolo común que establezca reglas orientadas a reducir ambiciones individuales y a medir lo más objetivamente posible el valor de cada transferencia. Sería necesario disponer de un servicio corporativo de valoración, protección y gestión de la propiedad intelectual. Sería necesario estructurar mecanismos de asesoría legal y jurídica para procesos de creación de empresas en cooperación, alianzas, fusiones o adquisiciones. Sería necesario ampliar el ámbito y reforzar el potencial de los mecanismos de financiación de nuevas iniciativas empresariales, con recursos propios o apalancados…

En fin… que hay mucho por hacer, ¿no creen?