Vibraciones: start-up, emprendimiento, producto y circo.

Este verano estamos viviendo la auténtica eclosión del fenómeno start-up, que ya asomaba sus fauces desde hace meses. El asunto está alcanzando tal dimensión mediática que llena palacios de congresos, auditorios, periódicos, espacios singulares e instituciones feriales, de discursos políticos, congresos, talleres y propuestas formativas, en infinitas formas.

Clusters, parques tecnológicos, agentes sociales, administraciones públicas… todos empujando el mismo carro. Se está convirtiendo en el nuevo mantra, tras excelencia, innovación y emprendimiento, que por repetición nos traerá un futuro mejor… así que si no saben decir «estartap» de un tirón, estimados lectores, tienen un problema. 😉

La blogosfera hierve: solo en la última semana, Julen Iturbe, Mario Dehter o Juan Freire, por poner solo tres ejemplos, han escrito sobre el fenómeno del emprendimiento en alguna de sus facetas, con visiones analíticas… o críticas.

La explosión start-up, en primera persona.

Mis propias vivencias de las últimas semanas han estado rodeadas del fenómeno start-up.

Tras la reconversión de la gran fiesta anual de infonomia en un «Co-Fest» donde el núcleo lo formamos las empresas miembro de Co-Society, el pasado julio disfruté de dos días en el Centro de Ciencias de Benasque Pedro Pascual, rodeado de ideas, ciencia y personas, un entorno que cada año me empuja a caminar con la mirada aún más inquieta por la vida.

Este año tuvo un carácter muy especial: una fusión con otra iniciativa, el Benasque Brain Boost (BBB), que pretendía ser el punto de encuentro de las start-up españolas, reunir a más de 100 emprendedores con sus proyectos empresariales entre sí (para compartir visiones, enfoques, recursos y penas) y entre ellos y las empresas Co-Society (para quizás algo parecido y puede que también para encontrar algún sólido compañero de viaje).

No les contaré en esta ocasión qué tal fue el Co-Fest ni les haré ahora una crónica del mismo. Hay numerosas y excelentes referencias en la red (como ésta, ésta o ésta) y no creo que pueda aportarles grandes novedades sobre ello. Pero sí me interesa contarles que tuvimos ocasión de conocer docenas de proyectos empresariales, algunos ya germinados y otros en plena ebullición… y de conversar o al menos escuchar en primera persona a muchos de los emprendedores al frente de los mismos.

Hace un par de semanas tocaba el Emprende 2012. Un gran evento organizado ya por tercer año consecutivo por el Gobierno Vasco, que reunió a casi 3.000 personas en el BEC. Esta vez desde la iniciativa pública, de nuevo cientos de emprendedores con su start-up bajo el brazo; de nuevo una ocasión personal para conversar o escuchar sus propuestas de valor, sus proyectos, sus ilusiones, sus necesidades, sus realidades…

Hace solo unos días, el Polo de Innovación Garaia cerraba su serie de 3 talleres de emprendizaje ordenados alrededor de la idea de «Aprendiendo a emprender con emprendedores«.

En un plazo de un mes, y ya a nivel más interno, el BAC (Business Acceleration Center) de MONDRAGON ha lanzado dos talleres de exploración de oportunidades en intercooperación y otro taller para compartir experiencias de intraemprendimiento desarrolladas en los últimos años en la corporación, contadas por los propios emprendedores.

Y les aseguro que podría seguir.

Oigan… esto abruma…

El lado positivo.

No lo negaré. Hay un lado muy positivo en esta eclosión del fenómeno start-up. Un lado positivo que se desdobla en varias facetas de las que no podemos sino sentirnos todos gratificados:

  • Ya son muchas las personas que están decidiendo tomar las riendas de su vida profesional como protagonistas principales de su destino. Son personas como las que hemos conocido todos entre nuestros compañeros de facultad o de escuela o como las que nos rodean en nuestro trabajo, pero en esta ocasión, quienes tienen voluntad y deseo de asumir una iniciativa personal, lo están haciendo con menores barreras personales que las que teníamos en nuestras generaciones. Los patrones mentales sociales están cambiando y de este fenómeno podrán salir iniciativas empresariales nuevas que regeneren a medio y largo plazo un tejido empresarial demasiado dormido durante demasiados años.
  • Este fenómeno se está extendiendo, debido a la crisis, a capas de población de muy diversas edades. A pesar de que en los «saraos» mediáticos es abrumadora la presencia visible de gente joven, en las sillas de los asistentes hay muchas personas más mayores, calladas, pero igualmente con su proyecto empresarial bajo el brazo. Contrariamente a lo que se piensa, el fenómeno emprendedor (y especialmente las iniciativas con mayores índices de supervivencia) tiene un componente fortísimo entre personas que han superado los 40, con experiencia y visión sistémica de las claves de lo que es un negocio. Pues muy bienvenidos sean.
  • El impulso de las administraciones seguramente remitirá cuando salgamos de esta crisis, porque las empresas absorberán de nuevo las atenciones oficiales, pero habrá un conjunto de normativas, leyes y regulaciones que habrán cambiado y que harán más fácil embarcarse en el reto de emprender. Pero lo más importante es que de las escuelas y universidades saldrá mucha gente que considerará que poner en marcha su propia iniciativa empresarial es una opción más de entre las posibles. Y aún más, que lo seguirá considerando así durante toda su carrera profesional, lo que significa que visiones diferentes del mercado y del mundo podrán salir a la luz con mayor facilidad.
  • El concepto del trabajo está cambiando socialmente. Cierto es que las empresas tenderán a no darse por enteradas, pero este fenómeno y otros paralelos y no tan gratificantes están colocando semillas que terminarán por germinar entre las grietas de las relaciones laborales del interior de la empresa. Creo firmemente que veremos dentro de unos años formas diferentes de organización del trabajo, de cómo se adoptan decisiones y se desarrollan proyectos, de cómo una persona crece y desarrolla su propio camino profesional, dentro o fuera de una empresa, suya o ajena.

La feria de las vanidades.

Antes ya lo había enlazado, pero como es casi seguro que la mayoría no se habrá parado en ello, les invito a que lean la definición que la Wikipedia da para el concepto start-up.

Hay una cara oscura también en esta luna. A su alrededor, las estrellas se llaman grandes expectativas de beneficio a corto plazo, business angels, crecimiento acelerado, rápido retorno de la inversión, durabilidad de la rentabilidad limitada… Correr, «forrarse» y salir. Demasiado cerca del tradicional «pelotazo», aunque en este caso no se sepa siempre a ciencia cierta para quién va.

En cualquier caso, tras la inevitable vanidad romántica hay un fondo de macho-alfa en la épica del emprendedor… y eso hace que con demasiada frecuencia se observen comportamientos ligados al «lo que importa no es poner en marcha un proyecto que genere riqueza, sino que quien lo ponga en marcha sea yo».

En el otro lado está la inmadurez de pensar que todo el monte debería ser orégano, que si uno no lo consigue es porque los demás (la administración, el inversor, el socio o quien sea) «no me escucha», «no se entera», «es un inútil» o directamente «un cabrón» o «un imbécil».

Hay veces que la posición frente al enemigo exterior es puramente pueril. Frase real, tuiteada: «¿Cómo se emprende cuando eres recién titulado, no te dan créditos y mucho menos trabajo? La idea es buena, pero no tenemos recursos». Pero… ¿no es precisamente cuando eres recién titulado, cuando se supone que toca hacer cosas sin créditos fáciles y sin que te den trabajo? ¿No les resulta candoroso? 🙄

Y eso me lleva al valor de las ideas. Uno tiene una idea y tiene un tesoro… o eso cree. Pues no señor: las ideas tienen un valor más bien escaso, en mi modesta opinión. ¿Quiere una idea? Yo le doy 100 gratis y le aseguro que al menos una cuarta parte, sea usted quien sea, le parecerá buena.

Además de desarrollar técnicamente el producto o servicio (en lo que siempre se ocupa el tiempo que cada uno considera preciso), para transformar una idea en un negocio:

  • hay que asumir normalmente (y despejar si se puede) incertidumbres industriales, financieras, tecnológicas y de mercado;
  • hay que buscar los socios y la financiación precisa para poner en marcha el proyecto empresarial;
  • hay que mantener la moral de la tropa cuando las cosas no parezca que van bien;
  • hay que saber comprar y saber explotar los medios de producción;
  • hay que cerrar acuerdos vinculantes con inversores y aliados;
  • hay que definir una estrategia de mercado;
  • hay que crear una red de distribución…

Y más:

  • hay que crear condiciones de diferenciación competitiva sostenida, que establezcan algún tipo de barrera a competidores al menos durante la fase de maduración del negocio;
  • hay que conocer los umbrales de rentabilidad;
  • hay que saber cuánto tiempo puede uno aguantar sin que la sociedad se estrese financieramente hasta su ahogamiento…

En fin, que no se trata de tener una buena idea.

Pero basta ya de hablar de los emprendedores. A pesar de todo lo dicho, casi de forma universal hay que reconocerles el valor de enfrentarse a lo desconocido, de asumir un riesgo personal de hacer las cosas de forma diferente a lo que hay. Y casi en ningún caso tienen la culpa… ni siquiera de equivocarse.

La financiación es uno de los elementos más importantes de de los ecosistemas de emprendimiento. Capital riesgo, privado y público, capital semilla, viveros de empresas, inversores de variados pelajes, business angels

Creo honestamente que hace falta una severa profesionalización de muchos de estos «entes» financieros en España. No todo pueden ser ventas inmediatas y exponenciales en un negocio, porque si es ese el único criterio de selección, solo serán apoyadas iniciativas de bajo riesgo inversor y, por lo tanto, de baja capacidad de generación de empleo (eso pone, por ejemplo, negras perspectivas para una oportunidad industrial).

Creo que estamos replicando un modelo norteamericano pero desde una dimensión minúscula. Y reconociendo que una parte del mismo debe seguir satisfaciendo la oferta actual, hay carencias notables que cubrir.

Sería muy deseable un proceso de consolidación y concentración que diera mucha mayor dimensión a algunas de estas entidades, lo que les permitiría diversificar su cartera de inversiones y establecer diferentes políticas de soporte financiero en función del riesgo de proyecto y de su tipología.

Otro agente fundamental: las administraciones públicas. Salvo el capital privado que esté dispuesto a arriesgar, parece que solo el capital riesgo público está en disposición de apoyar el nacimiento de grandes iniciativas empresariales en las que el retorno de la inversión solo pueda darse a medio y largo plazo.

Pero el apoyo de las administraciones podría ir mucho más allá: intermediando en los acuerdos de propiedad industrial o de financiación público-privada, aplicando exención de impuestos y otros beneficios fiscales a las sociedades en fase de maduración, o fomentando desde los CEI la incorporación de «potenciales», embarcados desde el origen en la exploración de mercados.

Solo me detendré en otro apartado más: la política. Es lo que toca, es lo que se lleva esta temporada, ya que no hay mucho más que se pueda hacer porque no quedan ni céntimos en la cosa pública para invertir en nada. Así que vamos a llevar emprendedores al escaparate de la opinión pública… y si puede ser en grandes volúmenes, mejor. Aunque se rellene de iniciativas que vayan poco más allá del autoempleo.

Paletadas de emprendedores para cubrir las carencias de una sociedad que no es capaz de generar empleo desde iniciativas empresariales ni de poner las bases legales para renovar el tejido empresarial y la propia función y concepción del trabajo en nuestras organizaciones. La política sirviéndose de un circo mediático: si no hay empleo, créatelo tú, venga, las oportunidades están al doblar la esquina, búscalas, no será fácil pero tú puedes, te sentirás «todo un hombre» si lo consigues y te habrás forjado el carácter si no…

Ya que no hay dinero, lo que necesitas es motivación, coraje, resiliencia, generosidad, capacidad de superación… y hasta sentido del humor. No te preocupes, que no te voy a dejar solo: yo te lo explico. 😆

Y para el dinero, también resuelto: rondas de financiación en la feria de las start-up. Pasen, señores inversores…: nuestras start-up están en el lineal del pasillo quinto, junto a los yogures; los elevator pitch, en los probadores de la zona de confección; el intercambio de tarjetas, en las cajas; y hoy como oferta especial… ¡networking en el pasillo central!

No niego que esta feria de vanidades no sea útil para quienes emprenden, pero suena tanto a gestión de mercancía…

Queridos emprendedores: más os vale cuidar el packaging.

Las grandes carencias.

¿Qué tipo de ideas creen que están detrás de la mayoría de los proyectos empresariales?

Les diré qué he visto, mayormente, entre las cientos de start-up que he visto recientemente:

  • soluciones de formación: en píldoras, en bocados, en pastillas…;
  • aplicaciones para redes sociales, para comunidades conectadas al comercio electrónico;
  • servicios web para los ciudadanos, para el deporte, para las compras, para el turismo, para el ocio…;
  • soluciones para la compra electrónica;
  • servicios de marketing on line;
  • plataformas colaborativas para iniciativas de innovación social;
  • y en general… servicios web, para todo lo imaginable.

Verán… 😯 ¿no echan de menos algo?

Yo echo de menos al señor don PRODUCTO.

Hubo un tiempo en que emprender era embarcarse en una iniciativa empresarial cuyo objeto era transformar la materia y crear valor en ello. Cierto es que los servicios aportan igualmente valor al consumidor o al usuario, pero si los miramos desde una perspectiva social, generan una actividad económica que se debilita cuando el sector secundario se tambalea.

Dicho de otra forma, con frecuencia no es sencillo entender el significado de competitividad de un servicio frente al mundo, sino solo frente a quien compite conmigo en local. Pero eso, estimados lectores, no aporta gran cosa a la competitividad de la economía ligada a un territorio… y ya se está viendo que el asunto no es baladí.

Detrás de un servicio hay valor, pero es más discutible si hay creación sostenible de riqueza. Y en las start-up que uno se encuentra en general (quizá por su propia naturaleza como apuntaba la Wikipedia), no es fácil encontrar ni siquiera servicios asociados a producto, cuando menos proyectos industriales.

Una plataforma web es un riesgo muy limitado y un reto más ligado al éxito personal que a la función social de la empresa. Digamos que, en la perspectiva del tiempo, la épica del emprendedor ha perdido solidez. 😉

¿Cuántas, de entre los varios cientos de start-ups que he conocido en estos meses, creen ustedes que ligaban su proyecto empresarial a la fabricación de un producto?

Aciertan: (casi) ninguna.

Pues a mi modesto modo de ver, aquí tenemos un problema.

Y otro, que en cierto modo lo complementa… Vale que es mi opinión, pero una opinión contrastada con muchas otras y muy recientemente: necesitamos reivindicar socialmente la figura del empresario.

Porque es muy duro poner en marcha una empresa y sacar adelante un proyecto en el que pocos creen, pero no lo es menos sostener el riesgo durante años en el proceloso océano rojo del mercado global.

Más aún cuando además, esta labor no es espectacular sino callada y discreta… y solo se ve desde fuera si uno se fija muy bien.

Vivimos en una sociedad donde se confunde al gran directivo con el empresario, a quien en general se desconoce, o a quien se desprecia casi tanto y casi tan fácil y gratuitamente como hoy en día al banquero. Pero por contra, el territorio vasco está siendo un buen caso de comparación con otras áreas del estado para mostrar que el mantenimiento de un tejido empresarial productivo establece diferencias que necesitamos aprender a valorar.

Así que aquí, estimados lectores, lo que tenemos es todo un reto social.

21 comentarios

  1. Al Sr. «Don Producto» no lo generan los «emprendedores» que necesitan o florecen de los modos infinitos de «formar» o «estimular» la competencia para emprender. Más bien, parece que es al revés o (lo que yo creo) quienes crean y gestionan esos «modos» no saben cómo poner en una escala empresaria rentable a los «productos».

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    1. Pues va a tener razón, Don Mario…

      Me permito añadir que en la lista de quienes no saben eso habría que incluir varios epígrafes muy diversos, que irían desde ilusionados y sufridos inventores hasta nada menos que grandes ingenierías y centros tecnológicos, pasando por universidades e incluso algún tipo de inversor que se cree dotado del don de la oportunidad. En fin… tiempos duros para la mecánica… 😉

      Muchas gracias, Mario, por pasarte y dejar tu comentario.

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  2. Subrayo este aspecto malcriado que focaliza el valor y las expectativas en tan sólo tener y desarrollar una idea. Me pregunto la influencia que tiene, en ese clamor pueril al que te refieres, la ingenua facilidad rollo #marypoppins con la que se ha intentado estimular por parte de agentes varios la empreneduría en los últimos 20 años.
    Gran post Jesús, para variar :), sigo tomando notas, gracias.

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    1. «La ingenua facilidad rollo #marypoppins»… Jjjj… Me has hecho reír un rato, Manel: es una descripción muy certera.
      Así que, quid pro quo, yo me quedo con ella.
      Gracias otra vez por pasarte y comentar.

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  3. Pero yo entiendo que Don Producto no comparezca tan fácil. Don Producto es muy caro, está asociado a una legislación que le restringe y le hace poco competitivo con los llamados países emergentes, y para que venga como resultado de innovación, ésta suele ser cara y si llega a implantación, entonces ya no estás en una feria de startups sino en el proyecto de Doña Multinacional o Don Supergrupo Europeo Hijo de Algún Programa Marco

    Me veo reflejado en lo que dices, ando intentando crear mi propia ‘startup’, y me abruma el bombardeo de actos e iniciativas (no has mencionado por ejemplo el Global Innovation Day que tuvo lugar apenas una semana después del Emprende 2012), hasta el punto de que decidí no asistir a las últimas por repetición. La mía supone innovación para resolver problemas ‘pequeños’ de producción, y supone producto, aunque subcontratado. Me pregunto en qué parte del esquema podría encontrarme. Pero me gusta que pongas el foco en el vilipendiado sector secundario, que de tanto problema nos ha sacado en el pasado, y que ahora, fascinados como estamos por la prevalencia del terciario en la economía dominante (EEUU), pareciera que dejamos de lado. Sin duda es un valor a subrayar en los foros en que uno tenga que presentarse…

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    1. Claro que no es fácil que aparezca Don Producto en la escena. Claro que es caro. Claro es que es difícil dibujarle un traje competitivo… Pero nos hace mucha falta, ¿verdad?

      Si estás metido en un barullo de esta naturaleza, sinceramente chapeau, porque eres rara avis, ya lo sabes. Subcontratar es generar empleo inducido y una de las formas de poner en el mercado un producto con las restricciones del crédito impuestas y las necesidades de inversión que el sector secundario implica… o experimentar generando segmentos nuevos de mercado o categorías de producto no existentes desde modelos de negocio diferenciados.

      Otra forma es la implicación de empresas ya constituidas que apuesten por regenerar su tejido industrial, bien actuando como capital semilla en apoyo de proyectos alineados con su estrategia, bien desplegando iniciativas de intraemprendizaje apoyadas en emprendedores internos o externos a los que se da un respaldo envidiable. Conozco algunos casos así… y nosotros mismos somos uno de ellos.

      Prototipar una empresa es clave para saber si tendrá un futuro. Luego… el tiempo dirá cuánto y de qué manera puede crecer e integrar valor.

      Solo un matiz para no engañarnos: en Europa nos hemos quedado deslumbrados del mundo start-up norteamericano ligado al sector terciario, pero cuidado… USA está impulsando de forma continua y extraordinariamente intensa actividades de producción industrial, dando la vuelta a una política de fabricar fuera que hace unos años también a ellos les llevó a una situación complicada, de la que empiezan a salir.

      Muchas gracias por pasarte y por comentar, muy bienvenido a esta modesta casa… y mucha suerte (de la buena).

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  4. Tremendo el completísimos repaso que haces del panorama emprendedor, Jesús. Da gusto que nos elabores textos que podemos utilizar en la universidad 😉

    Pero, yendo a aportar un matiz en lo que dices, me quedo con que esa parte circense y de packaging que hoy toda start-up (americanismo que ya da muchas pistas) necesita, la aleja peligrosamente de ese fondo social del que hablas. Lo «social» aparece ahora como el «producto», ¿no crees? Lo «social» es la materia prima. Y da un poco de miedo porque esa materia prima va a pasar el filtro empresarial de siempre: cuanto menos cueste mejor.

    El producto físico parece haber pasado a mejor vida… quiero decir a mejores lugares geográficos donde la gente acepta lo que en este primer mundo ya no cuela. Esa globalización salvaje la aceptamos todos cuando vamos a comprar productos físicos a cualquier tienda de chinos. Los productos físicos se han desprestigiado a no ser que vayan asociados al valor de una gran marca. En este caso, por cierto, también se fabricarán en países lejanos pero al venderse en tiendas que lucen más en la Gran Vía pagamos como tontos.

    Voy a compartir esta reflexión que haces con la gente que tenemos inscrita en el curso de empresa abierta que tenemos en marcha.

    Que venga bonita la semana 😉

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    1. Hola, Julen.

      Yo espero que aún estemos a tiempo de entender que la transformación de la materia, el producto físico, debe seguir formando parte de nuestra actividad económica y que, no sé de qué manera, sepamos hacerlo en condiciones de competitividad global. Nos va en ello el que haya trabajo suficiente y una vida más o menos digna para casi todos.

      Tiendo a pensar que cuando las regiones mundiales vayan equiparando niveles de desarrollo industrial, cuando todas ellas dispongan de sustratos de proveedores cualificados suficientes para su crecimiento, la fabricación cobrará un nuevo sentido económico en cada región local, aunque se siga pensando en global… en un modelo que en este caso solo podría ser más abierto.

      El fenómeno de la marca es brutal. Se me ocurre que, en ese futuro que apunto, debería reproducirse con más fuerza que la actual en el mundo B2B, porque ahí sería distinto, se haría de manera más sana.

      No sé si bonita, pero la semana parece llegar con vida propia. 😉
      Gracias por comentar.

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  5. En lo que se refiere a la gente joven al menos, sucede que estos emprendedores no conocen el mundo industrial. Al final una persona puede emprender en aquello que conoce y gracias a ello puede buscar solución a problemas que generan valor en el mercado. De mi contacto, bastante modesto por otro lado, con chicos y chicas del mundo LEIIN por ejemplo veo que emprenden (o lo intentan por lo menos) en aquello que conocen, en aquellos sectores, productos, servicios, etc. de los que son usuarios o en los que están sumergidos en sus vidas diarias. Pero, ¿cómo emprender en algo que es absolutamente lejano con lo que nunca interactuas? Siempre he pensado que en el sector industrial cabe más el intraemprendizaje que el emprendizaje. Me resulta difícil que alguien que nos esté dentro del mundo de la maquina herramienta, por ejemplo, pueda desarrollar un proyecto en este «mundo» sin estar dentro antes.

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    1. Pues sólo coincido en parte con tu reflexión, David. Probablemente por el entorno en el que te mueves, te estas fijando sólo en emprendedores que surgen desde el ámbito de la universidad, en gente muy joven sin bagaje profesional, industrial o no.
      Pero como avanzo en mi artículo, esto no necesariamente es así y de hecho sorprende (pero es un hecho real) que la moda de la distribución de edades entre los emprendedores está fuertemente colocada en muchas sociedades en torno a los 45 años.
      Acabamos de iniciar un camino de exploración conjunto con dos emprendedores que salen de un centro tecnológico para poner en marcha un negocio de producción industrial. Pero el emprendedor puede desarrollar su idea desde el conocimiento adquirido en el taller en el que ha trabajado 12 años.
      El problema es que son muy pocos los ejemplos que vemos…
      ¿Qué hacemos para cambiar esto?
      Un saludo y muchas gracias por comentar.

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      1. Sí, como te decía conozco sobre todo gente joven y en el ámbito de Internet. Vemos pocos ejemplos o existen poco ejemplos de emprendizaje en el sector industrial. Es decir es un problema de visibilidad o de no existencia. Si es la primera parece que la solución puede ir por buscar vías de comunicación del fenómeno si es lo segundo eso da para mucho más que un comentario jeje

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  6. Me encanta! Cada uno que escribe muestra de qué pie cojea!
    Yo también me mojo y digo que suscribo lo que dice Jesús prácticamente al 100%. Será que llevamos puestas las mismas gafas!

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    1. Bueno… mojarse en esto no parece difícil, ¿verdad? Debe ser que es cosa de cuatro gotas…
      Y es que cuando llevas gafas y aunque lluevan cuatro gotas, resulta molesto para la vista, porque se notan mucho… 😉
      Gracias por comentar, Deiane. Un abrazo.

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  7. ¡La que has liado, Jesús! Desde arrojar jabalinas (durante 22 años) desde el frente de un aula universitaria «formando» 🙂 «emprendedores», a transformarme en la diana que las recibe en el fondo de mi negocio (autónomo) aprendí algo al invertir mi perspectiva: la abrumadora mayoría de los empresarios industriales no salen desde adentro de las aulas, ni parten desde «Sesiones Pitch» o concursos de ideas/planes de negocio.

    Obligado por ser «breve» (complicado siendo argentino con 12 años de Andalucía metido en mi alma) digo asumiendo el riesgo de ser mal interpretado y/o censurado: a los «empresarios industriales» no les gusta el azar de los concursos, ni «el circo» de la .

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    1. Así es, Mario. Lo que nace en ese terreno lo hace de una forma mucho más discreta. Digamos que se sufre en silencio, ¿no? 🙂
      Añado algo más, para completar tu comentario: a los empresarios industriales no les gustan ni los concursos ni los circos, pero a muchos de sus directivos gestores no les gustan demasiado las «veleidades» intraemprendedoras. Así que los frentes abiertos, en estos casos, también se multiplican pero de otra manera inesperada, sobre todo cuando las dificultades aprietan o los fracasos asoman por la puerta…
      Gracias de nuevo.

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  8. Hola Jesús.
    Reconozco que cada vez me da más pereza acudir a estos eventos-exhibición de burbujas de animación. Y también suelo venir con anotaciones mentales similares a las que comentas así que es un regalo esta exposición tan estructurada.
    Don Producto, Doña Multinacional o Don Supergrupo Europeo Hijo de Algún Programa Marco, se mueven en otros ambientes muy diferentes, la mayor parte anclados (salvo excepciones) en la nostalgia de un segundo sector que tiene que evolucionar y que mira con cierto ¿menosprecio? el fenómeno start-up (y viceversa). Que de nuevo no tiene nada, por cierto sólo que esta metido de lleno en esa espiral marca-tupuedes-machoalfa que comentas y al que alude también Julen habitualmente.

    La administración (en general) tiene, ha tenido siempre, un papel “clarísimo” puesto que ya generan actividad en las empresas que organizan congresos, catering, viajes, maquetaciones de diseño de voluminosos estudios y libros blancos-verdes-buenaspracticas que nadie leerá, etc. Claro que ahora, con los recortes, les escuchas decir con orgullo como se montan actos fantásticos ahorrándose el coste (austeridad le dicen) en base a patrocinios de las empresas a las que por otra parte les conceden algunas cosas (mejor no dar nombres). La administración que tenemos lo entorpece todo. Es necesario provocar al encuentro entre Don Producto y el potencial de lo nuevo. Sigo pensando que se hablan lenguajes diferentes derivados de supuestos equivocados. Y que faltan indicadores de los avances mientras que sobran los que miden la diferencia y el conflicto. Y también falla el relato (tan de moda ahora pero igualmente parcial y desenfocado) porque la semántica sí importa.

    No soy muy optimista (y esto es raro en mí) respecto al cambio en la mentalidad de la sociedad. Reanudada la guerra bancaria por los depósitos, se observa en la reacción de la gente que la pregunta sólo ha cambiado respecto al paraguas bancario al que acogerse, se sigue sin cuestionar el sistema, mucho menos pensar en otras oportunidades.

    También estoy de acuerdo con lo que se dice en la conversación respecto a nuestra responsabilidad cuando vamos a por esos productos baratos al tiempo que pretendemos aferrarnos a las rigideces del pasado. Y esto da mucho miedo porque con la tasa de paro y la falta de expectativas, en breve estaremos listos para ser de nuevo receptores del denostado Don producto porque mientras otros elevan su nivel aquí estamos descendiendo a la situación de aceptocualquiecosa.
    Sobre el tema de inversores dejo dos enlaces, certeros, ácidos y divertidos, (no son largos) para cuando te apetezca.
    Startups, Ferias de Ganado y Tratantes.
    Los Cuatro Jinetes del Kapital_Risk

    Saludos!

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    1. Hola, Isabel.
      Del saco de los grandes yo sacaría al apellidado Hijo-de-Algún-Programa-Marco, porque ese suele ser putativo de Doña I+D… y de esa señora no quería hablar hoy. 🙂
      Los otros grandes están alrededor del producto o no, no importa en realidad, si lo que hay es negocio. Lo de su indiferencia hacia las start-up… pues depende: en la mente de todos está el nombre de algunas grandísimas multinacionales que prestan mucha, pero mucha atención a las start-ups y muy en especial en las que surgen en algunos territorios muy interesantes, como el norte de Israel. Lo que pasa es que estos enormes jugadores, cuando encuentran una start-up interesante, sea de producto o no (y por interesante hay que entender, por ejemplo, que tengan potencial de generar al menos varios cientos de millones de euros anuales en ventas), simplemente la compran.
      Yo creo que Don Producto puede estar en muchos lugares, pero que asusta, tanto a start-ups como a empresas pequeñas, medianas e incluso grandes (no gigantes).
      Y lo entiendo… pero me parece necesario activar soportes para que el porcentaje de asunción de riesgos en proyectos de producción industrial crezca, aunque sea un poco. Porque genera empleo sólido indirecto… y permite que nazca un gran número de empleo indirecto y de servicios a su alrededor… y que el ecosistema económico se sostenga.
      Yo tampoco soy optimista sobre cambios forzados de cultura social que descansen en cambios conscientes de comportamientos individuales, pero sí creo que los cambios culturales se van produciendo en continuo a medida que las nuevas personas utilizan nuevas formas de estar o relacionarse, o sea, al ritmo natural en que las cosas se adoptan o suceden.
      Pero sí creo que tenemos la obligación y el derecho de reclamar de los poderes públicos que sean conscientes de todo ello y que actúen en consecuencia.
      No sería, probablemente, una actuación que les reportara beneficio mediático, pero sí sería, desde luego, hacer algo verdaderamente útil.
      Gracias por comentar.

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