Reflexiones: trabajo 2.0 y libertad

Un hombre, que disfrutaba de la estética de la vida, contrató a un campesino para que se instalara dentro de su castillo y fuera y viniera con el pico en la mano, como lo haría en el campo.

El noble obtenía un gran placer de contemplar la simple elegancia de los movimientos del campesino y pagaba bien a éste por su «trabajo». Sin embargo, después de entretener al noble durante varios días, el campesino se negó a continuar.

«Pero yo te pago generosamente», dijo el noble sorprendido, «mucho más de lo que podrías ganar en el campo. Y no tienes que esforzarte tanto.»

El campesino le respondió: «Usted no parece comprender: no puedo seguir haciendo algo que no produzca, aunque no me cueste ningún esfuerzo. Prefiero trabajar mucho más duro y ser productivo que recibir una buena paga y hacer algo que no da frutos.»

Esta pequeña y tópica historia me sirve para comenzar este post ligando las nociones de dignidad y trabajo: su traducción es que una persona no se sentirá en plenitud, no estará satisfecha, si no se siente productiva. Dicho de otra manera, la narración postula que ninguna persona se sentirá feliz de recibir sistemáticamente algo a cambio de nada.

No se me escapa que la idea es perfectamente discutible, que es una provocación a la ironía y que no faltará quien sea capaz de ponerme de inmediato ejemplos que le sean cercanos y que contradigan esa hipótesis. La noción de trabajo ha sido un tema recurrente en la reflexión abierta por numerosísimos libros y blogs, amén de por la totalidad de ideologías y teorías económicas, políticas y sociales que puedo recordar.

Si abro esta reflexión ahora es porque varios post y otras lecturas me han hecho llegar a ella en los últimos meses. Por ejemplo, de varios de quienes se han estado moviendo en torno a #REDCA (y, más en concreto, de Julen Iturbe en su visión crítica de la empresa, incluyendo la cooperativa, o de  Amalio Rey, Nacho Muñoz u Odilas, dándole vueltas al concepto de [no]empresa), pero también fuera de ella: la más reciente, la de Juan Carrión, cuando abría su caja de los truenos reconociendo como vigente el concepto de Karl Marx sobre el trabajo asalariado en muchas empresas de hoy aunque afortunadamente no en todas… y tenía que explicarse mucho. 😉

Comenzaré por reproducir un comentario que le hacía en su blog:

Trabajo en una empresa cooperativa.

Uno de los principios que nos identifican, el de «soberanía del trabajo», se describe en la actualidad con un texto que del que me gustaría extraer esta frase: «El trabajo es el principal factor transformador de la naturaleza, de la sociedad y del propio ser humano».

Yo creo en ello, más cada día que pasa. Tanto en lo bueno como en las consecuencias negativas de hacer un mal uso de nuestra capacidad de trabajo, en la naturaleza, en la sociedad y en el propio ser humano…

Recientemente hemos tenido la fortuna de que varias personas nos cuenten una pasión en sus vidas (fuera de su trabajo), la razón por la que les apasiona y la razón por la que lo cuentan… delante de decenas de compañeros a quien mayoritariamente ni siquiera conocían. Habían dedicado esfuerzo, formación, muchas horas de dedicación y de práctica, planificado tareas, buscado aliados e incluso invertido dinero… sin remuneración económica alguna. O sea, habían trabajado (siguen trabajando) sin cobrar.

Aunque puede que en el fondo Marx tuviera razón… La clave está en la palabra «libre»: no es sencillo compaginar libertad y trabajo asalariado, pero hemos recorrido un camino… y seguimos caminando.

Desde el concepto de la física hasta el puro sufrimiento, he sido capaz de encontrar con facilidad más de una docena de definiciones de la palabra «trabajo». Sin embargo, creo que muchos de los debates en torno al mismo vienen precedidos por una distinción entre dos de ellas:

  • Actividad o dedicación que requiere un esfuerzo físico o mental.
  • Oficio o profesión que realiza una persona a cambio de un salario.

Y es que cuando se mete el dinero por medio… lo puede estropear todo.

Les explico un poco más de eso que le decía a Juan Carrión sobre la experiencia de varias personas contando públicamente una pasión en sus vidas. Con alcance a todas las empresas del grupo, cada año y desde hace siete, organizamos un evento centrado en experiencias de mejora que puedan mostrar logros significativos y en proyectos de innovación o de cambio que previsiblemente tendrán un impacto importante en lo que podamos ser a medio plazo. El taller, de día completo (o día y medio según los años), cuenta además con otras secciones a las que en cada edición incorporamos novedades, buscando también la innovación en la dinámica de la jornada.

Aprovechando un formato de infonomia, nosotros adaptamos la experiencia del «Mostrarme», a nivel interno de las empresas del grupo, en las ediciones de los años 2008 y 2009.

De entre un colectivo fuertemente ligado a la producción industrial que apenas alcanza las 4.000 personas, 25 de ellas (operarios directos trabajando a relevo, directivos, responsables de línea, analistas informáticos, ingenieros, responsables de almacén…) dieron el paso adelante de participar en nuestro «Mostrarme».

Como decía con anterioridad, les pedimos que nos contaran, que respondieran en público, en tan sólo 5 minutos cada uno, a tres preguntas:

  • Qué me apasiona.
  • Por qué me apasiona.
  • Por qué me apetece contarlo.

Lo que deseábamos con todo esto es mostrar que, cuando algo apasiona a una persona hasta el punto de dedicarle voluntariamente enormes cantidades de tiempo, esfuerzo e ilusiones, cuando ese algo se convierte en realidad y por ello en un trabajo, aunque sea no remunerado (planifica actividades, se capacita, distribuye o busca recursos, se marca retos y objetivos, etc.), se convierte igualmente en un factor de crecimiento personal que colabora activamente en su felicidad.

Es decir que, cuando puede darse en esas condiciones, el trabajo dignifica a la persona y es una muestra viva de su potencial de transformación, en coherencia con la noción de trabajo derivada del hecho cooperativo.

Se sorprenderían. La experiencia no es explicable en un texto. Innovar en la escuela, mantener vivos pueblos pequeños, inventar, escribir microrrelatos, retarse deportivamente en distancias extremas, montar un negocio web o un portal, diseñar programas, impulsar el open software, imbuirse en el mundo de las terapias naturales, digitalizar partituras de música antigua en contacto con centros europeos, recuperar la memoria histórica, convertirse en apicultor, impulsar iniciativas solidarias, atreverse a ser productor televisivo, usar la tecnología para captar atención, construir objetos efímeros…

De todo ello nos hablaron, pero no fue eso lo que nos transmitieron: simplemente nos asombraron… y nos emocionaron con una pasión al margen de su trabajo retribuído, a la que dedican sin obligación alguna buena parte de su esfuerzo y sus ilusiones porque creen en ello, porque les llena esa parte de cada uno donde se depositan las cosas valiosas.

Indudablemente, dos inolvidables experiencias en las secciones más valoradas de todas las ediciones hasta ahora celebradas.

Este año descansamos. No porque no haya más personas que pudieran estar ahí (que sabemos que las hay), sino porque no es fácil encontrar a quien quiera dar el paso de mostrarse de esta manera, en una especie de «facebook 1.o» entre 100 personas físicas que disfrutan de un momento especial en el que, aunque sea por esos escasos 5 minutos, se transforman realmente en «amigos».

Si Julen Iturbe está leyendo esto, es casi seguro que le revolotee de nuevo cerca la visión ácida de la «extimidad», pero… les aseguro que lo que yo viví… fue un acto íntimo.

Bien… llega el momento de la reflexión.

Creo que en la naturaleza del ser humano hay algunos anhelos básicos que toda persona busca satisfacer. Sin ánimo de ser exahustivo y sin pretender establecer ninguna teoría indiscutible, me permito apuntar los siguientes:

  • Superación: necesidad de enfrentar retos personales.
  • Identidad y servicio: necesidad de trabajar y vivir en comunidad.
  • Conectividad: necesidad de trabajar junto a otros.
  • Sabiduría: necesidad de satisfacer la inquietud intelectual.
  • Libertad: necesidad de elegir el lugar y el momento para hacer lo que quiero hacer… e incluso lo que debo hacer.

A mi modo de ver, la empresa es (debería ser) un lugar especialmente propicio para encauzar buena parte de esos anhelos del ser humano en una no desdeñable parte de su vida. En ella hay retos, se puede acceder a la experimentación y al conocimiento, se trabaja en equipos, se presta y se recibe servicio…

No, no soy ingenuo… Ya sé que las cosas no son así y que lo que precisamente discutimos últimamente mucho es si la empresa ha dejado de vertebrar nuestras vidas, sin encontrar nuevas maneras de que, como norma general, el estar dentro de ella sea un factor coadyuvante de la felicidad.

Como organización social, toda empresa (y más si es cooperativa), debería ser un campo fértil para ello… y no lo es para muchos.

Pues creo que una de las claves está en que, en el trabajo asalariado, no se ha desarrollado al ritmo que en la sociedad lo está haciendo el anhelo de libertad.

Decía recientemente Manel Muntada al hilo de las jornadas #REDCA de Girona:

«No comparto la idea de que el 2.0 se vea siempre con la tecnología como fin. El dospuntocerismo es una manera de pensar que basa en el escuchar, el compartir, el conversar y el colaborar su manera de hacer. La tecnología sólo permite llevar a la práctica estos principios de manera más extensa y eficiente. En Girona nos hemos escuchado, hemos conversado, hemos compartido experiencias, materiales, técnicas y conocimientos y hemos colaborado tod@s con tod@s en construir algo común. Desde mi punto de vista y, me atrevo a decir que en el de mis compañer@s, el encuentro ha sido dospuntocero como el que más… Hasta había una pizarra!!!«.

Pues totalmente de acuerdo. Eso fue trabajo 2.0.

Eso… es «co-«.

Pero se olvidaba Manel de la capacidad de decidir que tuvo cuando se acercó hasta Girona, empleando dos días de su seguro escaso tiempo en aprender junto a otros, esta vez físicamente, pero como cada día a través de la red.

A las personas nos cuesta encontrar un equilibrio personal y profesional en nuestras vidas. Cuanto más abierta sea la actividad profesional, más se confunden ambos ámbitos (en mi caso ya son difícilmente distinguibles)… y es el momento en el que uno ya no sabe distinguir ni si está en trabacaciones o en travacaciones… 😉

Hay que reconocer que no toda la responsabilidad de «sufrir» un trabajo 1.0 radica en la empresa, en sus horarios o en sus normas, sino que en buena medida está en nosotros mismos (“lo que importa no es lo que te pasa, sino lo que haces con lo que te pasa”)… pero la empresa, para conseguir sus objetivos, debe buscar alinearlos con las inquietudes de las personas… y no lo hace, no pone los suficientes huevos en la cesta para que el trabajo artesano, por ejemplo, pueda sobrevivir y germinar en su interior.

Así que propongo a las empresas trabajar en el ámbito de la libertad… si no quieren que lo mejor esté fuera… en muy poco tiempo. Por ejemplo:

  • Liberalizando los horarios de forma decidida: sin horarios, posibilitando el teletrabajo, con reserva de tiempos para proyectos de iniciativa propia y, sobre todo, reconociendo el trabajo por proyectos, por objetivos… y no por «tiempo de culo«.
  • Fomentando decididamente la autogestión de personas y equipos.
  • Protegiendo las comunidades de práctica como forma transversal y libre de aprendizaje y creación de valor.
  • Impulsando el trabajo en red y el concepto de empresa abierta, tecnológica y culturalmente.
  • Desterrando con valentía el «café para todos« y el igualitarismo mal entendido.

Qué… Esto sí es una buena quimera, esperar algo así de la mayoría de nuestras empresas, ¿eh?

Pues entonces déjenme que vuelva otra vez la mirada a los poderes públicos. Si las empresas no quieren… las políticas públicas deberían servir para eso, para «animarlas».

Legislen. Generen figuras nuevas de contratación más «artesanas». Incluso (por qué no) de contratación en red. Si quieren ser «ligeros» con los despidos en empresas en grave crisis financiera, séanlo… pero también extremadamente rigurosos con quienes se opongan a nuevas formas de trabajo flexible y de funcionamiento interno que se habiliten. Y utilicen las ayudas en la forma adecuada para que el trabajo 2.0 pueda ser una realidad infinitamente más extendida, para que crezca la libertad en la noción del trabajo.

Esa sería una auténtica política pública de fomento de la innovación, que forzaría la transformación de muchos comportamientos internos anquilosados.

He dejado unas pistas…

A lo mejor, así, muchas personas volverían a contemplar a una empresa (o a varias) como un eje vertebrador de sus vidas.

______

Nota: la pequeña historia que recojo al principio la había leído aquí.

27 comentarios

  1. Provocador post, Jesús. Invita, sin duda, a las reflexiones que te gustan.
    Si bien es cierto que existen perfiles de personalidad que pueden «sentirse felices recibiendo y recibiendo a cambio de nada» no es lo común. En general nos gusta saber que lo que hacemos es útil a alguien, y que lo que recibimos nos lo merecemos.
    Muy de acuerdo con estas ideas:
    1) «El trabajo asalariado, no se ha desarrollado al ritmo que en la sociedad lo está haciendo el anhelo de libertad»
    2) «Cuanto más abierta sea la actividad profesional, cuanto más libre sea, más se confunden los ámbitos personales y profesionales» (eso parece ser bueno, pero yo todavia no lo tengo tan claro, llevo rumiándolo mucho tiempo)
    3) «La empresa no pone los suficientes huevos en la cesta para que el trabajo artesano, por ejemplo, pueda sobrevivir y germinar en su interior» = ¡¡perfecto, ahí tenemos mucho trabajo que hacer, para desarrollar más la idea de «la empresa artesana».
    4) «Propongo a las empresas trabajar en el ámbito de la libertad… si no quieren que lo mejor esté fuera… en muy poco tiempo» = Otra idea genial para seguir rumiando: «Empresa y libertad personal», ¿como cuadran? ¿cómo compatibilizarlas? ¿cómo abrir espacios de más libertad dentro de las empresas?.
    5) «Legislen, generen figuras nuevas de contratación más artesanas, incluso (por qué no) de contratación en red».
    Dejame decirte que tu post me ha inspirado, y ya estoy dándole vueltas a muchos temas que me sugiere tu reflexión.
    Ya hablamos
    Enhorabuena..
    Amalio

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    1. Hola, Amalio.

      Pues aquí yo… deseando que escribir esto sirva de algo… 😉 Ya sabes que seguiré los hilos de los que vayas tirando, vengan de esta reflexión o de la tuya propia, que es bien fértil.

      Creo haber tenido la suerte de haber disfrutado de bastante libertad a la hora de decidir una buena parte de mi trabajo en los últimos años. Es una (una de las dos principales, pienso) de las razones por las que llevo ya casi 15 años donde estoy. Pero soy consciente de que no es la norma, claro. Ese nuevo rol no-pasivo del usuario o del consumidor, que no es ya mero receptor de mensajes sino que es generador de opinión y de decisión con cierta independencia de lo que las marcas deseen o planifiquen… ¿se acabará trasladando al binomio empresa-trabajador? ¿quizá sólo a amplias capas, pero «de élite»? ¿quizá sólo a los que estén dispuestos a ello?

      Suele decirse que la política va detrás de la sociedad, así que me pregunto… ¿estaremos acercándonos al punto en que los poderes públicos deberían proponerse introducir cambios de verdad en algo tan socialmente relevante para la vida de las personas como es el trabajo?

      A mí me da que aún falta, pero que se empieza a ver a dónde lleva el camino.

      Gracias por tu comentario.

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  2. Pingback: Bitacoras.com
  3. Contemplaríamos con gusto cómo la empresa se vuelve a convertir en el eje vertebrador de nuestras vidas, pero lo haríamos porque tomaríamos verdadera conciencia de que son nuestras pasiones las que vertebran nuestra sensación deseada de felicidad y que debemos dedicarle más tiempo en nuestras vidas (personales y profesionales).

    Cada escenario en los que nos encontramos ofrece un sistema a través del cual poder desplegar, o no, nuestras pasiones. Cuando aparece esta sensación (la pasión) podemos alienarnos de tal manera que no importan las remuneración que tenga nuestra actividad porque, como dices, se están cumpliendo esos anhelos básicos del individuo (superación, iIdentidad y servicio, conectividad, sabiduría y libertad).

    Me guardo tus reflexiones en lugar seguro.

    Saludos.

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    1. Hola, Nacho.

      En mi última frase hablo de una empresa… o de varias. Hace tiempo que le vengo dando vueltas a la idea del trabajo en varias empresas al tiempo. Pocas, claro… y aunque una juegue el rol de núcleo principal, diversas y desempeñando diversas funciones. Así que tiendo a pensar que no tiene por qué ser necesariamente UNA empresa, sino (¿por qué no?) «mi pequeña red de empresas», con la que tendría una relación incluso contractual, pero diferente a la forma en que hoy la conocemos.

      Eso ocurre hoy con buena parte de quienes asumen la consultoría artesana por oficio, o eso creo… pero en el fondo, no veo ninguna razón de peso por la que tenga que limitarse a ello. O sea, que también se puede explicar con lo contrario: no veo ningún impedimento de fondo para que el concepto artesano se pueda extender extraordinariamente intra o inter-empresas… salvo esa necesidad de control que, aunque sea negativa, también es muy humana.

      En realidad, lo 2.0… ¿no trata de hacer esto desde el individuo?

      Gracias por tu comentario.

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  4. Jesús, el párrafo que más nos ha gustado es «no toda la responsabilidad de “sufrir” un trabajo 1.0 radica en la empresa, en sus horarios o en sus normas, sino que en buena medida está en nosotros mismos (“lo que importa no es lo que te pasa, sino lo que haces con lo que te pasa”)… Me pregunto si el resto del discurso, para el común de los mortales, no es anestesia y externalización de la solución a un problema personal que es mal de muchos. Perdona el marxismo: explicaciones sobran, lo que hay que hacer es mover el culo. Nosotros le vemos más salida, individual, claro, a la línea de la personalización del trabajo, a la que le hemos dedicado algunos posts. Dicho en gorjeos es:

    – Todas las formas de ganarse en la vida se resumen en 2 y las 2 son empresas: la de otro y la mía.
    – No hay empresa mala, es lo único que hay, sino mal trabajada
    – La empresa y el jefe, ni amados ni odiados, gestionados
    – Cuando en la empresa entierras la cabeza como el avestruz, ¿qué parte de tu cuerpo dejas al aire?
    – Cuando en la empresa de otro no estás a gusto, puedes utilizarla para entrenarte como empresario de la tuya

    Saludos.

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    1. Hola, McCormick y Asociados… 😉

      Creo que coincidimos en bastante parte de tu comentario… y desde luego tus gorjeos son certeros e incisivos. Pero como siempre, en los matices aparece algún motivo de debate. Vamos con ello.

      La condición más básica de la libertad en el trabajo dentro de una empresa es decidir si te quedas o si te vas de ella. La segunda es decidir si trabajas en tu empresa o en la de otro, aunque en esa dicotomía es donde yo encuentro puntos intermedios, existentes o posibles.

      Hombre… naturalmente que aquella libertad existe; pero considerando que yo decida trabajar dentro de una empresa que no sea la mía… yo hablo de una libertad más sofisticada, hoy que me he abandonado al «buenismo» aunque sea un «buenismo consciente».

      Quizá es porque trabajo en una cooperativa, pero me parece que esa libertad de contratarte o despedirte a ti mismo de una empresa no es suficiente para cubrir los anhelos que hoy podemos tener los humanos, por lo menos si trato de generalizar. Porque, aunque mi caso sea un tanto particular… ¿cómo queda tu reflexión si la empresa en la que trabajas forma parte de lo que podríamos llamar «tu proyecto de vida»?

      Cualquier libro de teoría económica, de cualquier signo y tendencia, habla de aquello que se definía como «función social de la empresa». Pero yo creo que esa «función social» ha cambiado también (o está cambiando) de forma drástica. Siempre se ha entendido como tal su papel como generadora de riqueza, empleo y bienestar para quienes trabajaban en ella y como derivada, «para el país», pero en general, como Julen Iturbe suele apuntar, en generaciones pasadas llegaban a constituir el eje vertebrador de una vida.

      Hay una expresión que solemos escuchar en la actualidad hasta la saciedad, que es que «las empresas son las personas que trabajan en ellas». De tanto oirla suena ya a tópico, pero… es una auténtica realidad, incuestionable. Salvo las microempresas donde es omnipresente o en excepciones, ni siquiera en las empresas con dueño las empresas son ya el dueño. Las que despiden masivamente personas en momentos críticos tampoco son las mismas antes y después de hacerlo: se llaman igual y puede que… hasta sean mejores desde criterios puramente economicistas… pero no iguales.

      A poco que ganen en dimensión, la mayoría de las empresas no valen nada si no lo valen quienes trabajan en o para ellas.

      Dicho esto, creo que la empresa tiene que asumir que las personas pueden empezar en algún momento a dejar de jugar un rol pasivo y comenzar a buscar de forma activa y masiva (no de forma individual por quienes más necesiten vitalmente crecer personal y profesionalmente), no un lugar donde se cobre más (una vez satisfechas sobradamente las expectativas higiénicas en esta materia), sino un lugar donde se trabaje con enormes dosis de libertad.

      Si ya lo hemos empezado a hacer en pequeñas dosis… ¿cuánto tardaremos en querer probar raciones más generosas?

      No sé… puedo estar equivocado, pero creo que esa va a ser una clave en pocos años… y creo que la empresas deben aplicarse a ello, si quieren continuar siendo organizaciones sociales en donde se refugie gran parte del talento.

      De eso trataba este post, que por variar, hoy no iba dirigido a personas (si de ellas habláramos, coincidiríamos en tu comentario), sino a esos entes tan poco cambiados en los últimos 200 años a los que llamamos empresas… y a quienes en teoría tienen la responsabilidad delegada de introducir transformaciones en las mismas y en la sociedad.

      Así que si a alguien le anestesia la iniciativa sobre sí mismo un post así, le pido por favor que lo vuelva a leer despacito.

      Muchas gracias por pasarte por aquí, por tu comentario… y muy bienvenido a este blog.

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      1. Jesús, uno más y lo dejo. Venimos manoseando un estudio de Towers Watson sobre 20.000 encuestados que te recomiendo (http://mccormickyasociados.wordpress.com/2010/05/25/consultoria-para-el-desapego/). Apunta el fin del paternalismo en las relaciones laborales, la incapacidad de las empresas para cumplir expectativas tradicionales de los empleados (proyectos de vida, seguridad, amparar pasiones, su función social…), asume el desapego y descreimiento del personal con la empresa, la redefinición de las relaciones empleador-empleado y con el trabajo y señala tendencias crecientes, qué remedio: a la empresa se va por un sueldo y tiempo libre; todo lo demás, por desgracia, desarrollo, seguridad, etc. pasa al automanagement, sale de la empresa tradicional, como las pasiones de los empleados que se «mostraban» en tu entrada. Y yo creo que a tí y a mí, ahora que he leído algunas otras entradas tuyas y comparto el espíritu, nos sitúa como añorantes del pasado. A mí me queda mucho para la jubilación, así que ¡viva el automanagement!

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        1. Hola de nuevo, McCyAs.

          Demoledor el informe e interesantísimo tu artículo enlazado. Recomiendo encarecidamente pincharlo a quien lea estos comentarios… y dedicarle el tiempo que precisa. Encaja, encaja…

          Sólo me queda pendiente la respuesta a una pregunta de mi último comentario: ¿es la configuración cooperativa una excepción a todo esto? Con todas las carencias particulares que hoy parecen observarse en las empresas cooperativas (de vigencia real de principios y valores, de mercantilización de su gestión, etc.)… somos empresas de socios (de ahí lo de que forme parte de tu «proyecto de vida») que, más allá del bienestar individual (salvados unos mínimos cada vez más altos, es cierto), compartimos un propósito de transformación social, sostenible social y económicamente.

          El mundo fluye para todas las personas igual, independientemente de si trabajan en una sociedad cooperativa o capitalista, eso es claro. Pero las personas se agrupan, a veces, por valores compartidos, valores de tribu. Estoy seguro de que el cambio en el mercado de trabajo afectará a todos, pero no de que las recetas sean únicas. Más bien al contrario…

          Es por eso que me interesa tanto cómo habría que responder desde la empresa, porque en este caso y aunque sea de forma singular y en una parte muy pequeña… la empresa es también mía.

          Encantado con la conversación. Un saludo.

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  5. Suscribo todas y cada una de las palabras, comas, puntos y espacios de este magnífico post. Nada puedo [quiero] añadir. Por esta libertad de la que hablas he abandonado ciertos modelos de empresa como los que insinúas. Mi única ambición es diluir la membrana de mis tiempos de trabajo y vacacionales y disfrutar haciendo y, además, haciéndolo lo mejor que pueda. Creciendo y disfrutando con ello de esta vida que tanto me gusta vivir.
    Respecto a la cita que haces de mí, en Girona además hice red vinculándome con personas [grandes profesionales] a los que, personalmente no conocía y que, además, junto a mi tiempo también pusieron el suyo. Algo que en la próxima no quiero perder [y hablo en nombre deotros colegas también] contigo. Un abrazo company y enhorabuena por este magnífico post.

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    1. Hola, Manel.

      Halaga [mucho] un comentario así, viniendo de quien además escribe como lo haces. Como digo por algún sitio, yo soy de los que está dentro de una empresa y preveo unos meses próximos ciertamente tensos a nivel profesional, pero te aseguro que me encantaría concretar la posibilidad de compartir tiempos… con muchos a quienes sólo he podido apreciar hasta ahora «por referencias».

      Racionalmente aún tengo dudas de si es lo más adecuado el que las fronteras entre el trabajo y el descanso se diluyan definitivamente sin destruirse entre sí, pero intuitivamente sé que es lo que deseo, la forma intensa en que me gustaría disfrutar de esta vida.

      Mil gracias por tu comentario.

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  6. Jesús, bonita tu reflexión. Había empezado a escribir por aquí, pero me alargaba. Así que he escrito un post que añade una línea a lo que escribes tirando del modelo clásico de los tres tipos de necesidades de McClelland. En fin, desde diferentes ópticas andamos en torno a las mismas historias.
    Quizá lo bueno sea que sigamos cada cual hurgando en lo que podemos.
    Disfruta.
    Ah… el artículo que he escrito: http://tinyurl.com/33ucw2a

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    1. Primera lectura rápida y al cajón de leer más tarde, que hoy está el día muy apretado… Me encanta que siempre haya algo que aprender y veo que va a haber materia.
      Seguimos… Un saludo.

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  7. Pingback: Anónimo
  8. Genial Jesús, brillante y valiente…y bonita como dice Julen (o linda como dicen por aquí).
    La libertat es esencial para sobrevivir emocionalmente. Tampoco sobrestimo nada, se puede ser muy libre en entornos aparentemente cerrados y muy exclavo en cotos abiertos. Por aquí hay de todo, como es lógico.
    Así que te queria decir eso, que empieces ya a celebrar tu libertad, porque no hace falta nada más que tenerla y ejercerla (y disculpa mi juicio sobre ti).

    Respecto a la lista que haces, yo añadiria otra:
    El ser humano, necesita influir en su entorno, dejar su huella en aquello y aquellos que le rodean (la escala la marca cada uno y su ambición). Creo que todos necesitamos reconocernos de forma distintiva en aquello que hacemos. Y eso está relacionado también (sobretodo?) con nuestra forma de trabajar, nuestra motivación y vocación.

    En fin, que gracias por el texto. Una maravilla, de verdad.

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    1. Hola, María Jesús.

      Coincido plenamente en la necesidad de influir en el entorno de cada uno. Ya advertía en el post que no pretendía ser exahustivo, pero es que has tocado un tema al que soy especialmente sensible, hasta el punto que te reconozco que el hecho de no haberlo incluido en la lista… responde exclusivamente a la sensación de que era un tema demasiado particular. O sea, que me pasaba a mí… pero que no les pasaba a muchos, para que me entiendas.

      Todos conocemos a personas cuya ambición se centra en adquirir poder jerárquico, a otras que ponen sus metas en niveles retributivos muy elevados, a otras en prestigio social, político o mediático… y yo me veía un poco raro sintiéndome a gusto con el simple hecho de dejar huella reconocible. Incluso lo sentía un poco egocéntrico… y quizá lo sea.

      Así que me alegra mucho que me lo hayas vestido de vocación de trascender. 🙂

      Sobre lo de celebrar mi libertad… creo que lo hago, pero igual tenemos que hablar de ello más directamente. Seguro que surge el momento… El día menos pensado.

      Un abrazo y mil gracias.

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  9. Esta vez, simplemente decir que me ha encantado este post así como sus comentarios. Creo que es un tema que requiere una reflexión personal y profunda.
    Me identifico con las personas que quieren VIVIR esta vida. No soporto pensar en una vida remunerada que pase sin más, que no me deje huella, que no la disfrute.
    A veces no es fácil, pero sinceramente creo que todo ello está más dentro de cada uno de nosotros que en la organización.

    Saludos a todos

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